Ni en la tierra de Efímera, aquella que Foxá imaginó en el Atlántico camino de Argentina, es tan breve la primavera. El calor me traslada a ese otro perfil de Venecia, tal vez el más decadente entre la decadencia, mórbida y mortal. Y recuerdo la Venecia que me recordó a Aranjuez, allí donde los canales discurren entre la vegetación. El calor es insufrible. Un golpe que al menos aquí no mata, simplemente incita al viaje y a algunos ablanda la sesera.
"Recordó al melancólico poeta, al entusiasta cuyos ojos, en tiempos ya remotos, habían visto surgir de aquellas ondas las cúpulas y campanarios de sus sueños (...) y dejándose conmover por sensaciones ya condensadas en forma, examinó su serio y fatigado corazón por su algún nuevo entusiasmo o confusión, por si alguna aventura sentimental tardía pudiera estarla reservada aún al ocioso viajero".
"La imagen de la ciudad asolada e indefensa flotaba confusamente en su espíritu y encendía en él esperanzas inconcebibles, de monstruosa dulzura, que iban más allá de la razón".
Thomas Mann, La muerte en Venecia
6 comentarios:
Me encanta el color de la foto de en medio.
Con los cipreses del cementerio flotando en la distancia...
Evocadoras las fotos...
¡¡Vaya‼ Me has despertado. De pronto me han entrado ganas de viajar. Me iría ya mismo.
A mí sin embargo, sin que desmerezcan las otras, me ha gustado mucho más la primera. Ese camino largo, hacia la casona que ya da paz con solo verla, y además, me ha parecido ver a dos personas paseando. Creo que una era yo.
...como en La isla de los muertos, de Böcklin.
Saludos a todos. Vaya, sin querer, llevo muchos caminos casi seguidos. Los de vida y los de muerte...
Rubén, lo de La isla de los muertos, qué bien traído.
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