vividos, viajados o sencillamente imaginados






sábado, 21 de mayo de 2011

escrito en el paisaje (i)

Principio de una serie que ya empecé sin darle nombre: graffitis con plantilla o a pulso, epígrafes y epigramas, gramática y gritos en su tinta. Y algún que otro borrón en busca de cuenta.









El jardín de los poetas. Tras la puerta sólo queda la poética de los cascotes, de las piedras sobre las que crecieron las plantas desaparecidas. La excavación arqueológica sin fin hace el lugar más decadente que nunca. Con sus motos en la puerta, como un fotograma de película neorrealista. Motos de poetas enfermizos, tal vez entonces Quadrophenia.





domingo, 15 de mayo de 2011

vuelta a la tesis












No sé si Nancy llegó a terminar su tesis. Tal vez lo cuente el mismo libro: tiempo ha que la leí y siguiendo esa costumbre de las relecturas he vuelto a ojearla (con ojo). Ha sido posible porque acabo de comprarme en tierras de RJ Sénder un ejemplar de enésima edición, perdido en casa ajena mi añoso libro, aquel que me trajo la sorpresa y tanto divertimento. Sin profundizar aquí mucho más, sólo por sus chanzas merece la pena, tan clásicas que ya forman parte del patrimonio español de la gracia y el chiste.
















"¿Sabes, Betsy querida? No hay gorilas en España. Cosa de veras inexplicable. No sé cómo han hecho su guerra de gorilas en el pasado por la cual son famosos los españoles en la historia desde el tiempo de los romanos. Tengo que preguntar en la Universidad esta tarde. Aunque me molesta hacer ciertas preguntas, porque hay gente a quien no le gusta contestar. Ayer me presentaron a dos muchachos en la calle de las Sierpes, y yo, que llevaba mis libros debajo del brazo y andaba con problemas de gramátrica, pregunté al más viejo: "por favor, ¿cómo es el imperfecto de subjuntivo del verbo airear?". El chico se puso colorado y cambió de tema. ¿por qué se puso colorado?

Me suceden cosas raras con demasiada frecuencia. Y no se puede decir que los hombres sean descorteses, no. Al contrario, se preocupan del color de mi pelo y hasta de mi salud. En la puerta del café hay siempre gente joven, y cuando vuelvo a casa veo que alguno me mira y dice "Está buena". Yo no puedo menos de agradecerles con una sonsira su preocupación por mi salud. Son muy amables, pero no los entiendo. A veces se ruborizan sin motivo. O se ponen pálidos. Sobre todo cuando les pregunto cosas de gramática".




R. J. Sénder, La tesis de Nancy