vividos, viajados o sencillamente imaginados






lunes, 28 de abril de 2008

calma

Todavía determinados lugares de la costa nos regalan sensaciones que hoy suponemos propias de tiempos pasados.
Lo que cuenta Rusiñol de Sitges, cuando lo descubre en los años que cierran el siglo XIX, sigue siendo cierto.






“El pueblo de Sitges, como la mayor parte de sus hermanos de la costa, es una nota blanca destacando sobre una nota azul. Un grupo de casas extendidas al pie de su rosada iglesia, un alto peñón, una playa, algunas calles en declive limpias como la arena y el mar; es todo lo que contiene este nido de la costa. Poco es, en verdad, es probable que penséis, pero deteneos en él, respirad su brisa, y bañaos en su sol, gozad de su sombra y de su soberana quietud, acostumbraos a su dulce placidez y veréis el atractivo inmenso que tiene este país de la luz”.

Santiago Rusiñol, La nostalgia de dos patrias

miércoles, 23 de abril de 2008

curiosidad satisfecha

Las palabras del paisaje. Éste es el título de un artículo de Joaquín Araújo, que resulta una sorpresa: en él aparece la lista que siempre quise tener. Palabras que en más de una ocasión he necesitado, que me han dejado colgada a mitad de una frase. Palabras desconocidas, así, tomadas dos a dos y ordenadas en el calendario de la naturaleza.



"Enero es la totovía aflautando y el zorro tauteando.
Febrero es el mirlo mirleando y el cárabo ululando.
Marzo es la golondrina trisando y el mochuelo maullando.
Abril es la cigüeña blanca crotoreando y el autillo silbando.
Mayo es la perdiz roja ajeando y el ruiseñor concertando.
Junio es la rana común croando y el grillo estridulando.
Julio es la tórtola zureando y el corzo ladrando.
Agosto es la chicharra garliendo y todos los demás callando.
Septiembre es el rabilargo crocitando y el ciervo bramando.
Octubre es el petirrojo resucitando y el ganso pasando.
Noviembre es la grulla gruyendo y los patos parpando.
Diciembre es el lobo otilando y la becada, la becada es silencio".


Joaquín Araújo, Las palabras del paisaje

http://www.elmundo.es/elmundo/2008/04/09/ciencia/1207757345.html

miércoles, 16 de abril de 2008

sueños de agua

Tal vez sea la Sevilla menos obvia y más evocadora, de secuencia exquisita: un palacio almohade que asimila los modos de los siglos, gótico, mudéjar, para finalmente transportarnos, como si ocurriese dentro de un sueño, a la Italia renacentista.

"Adorad, extasiaos, para vuestro reino interior, en los jardines del Alcázar sevillano, -como en Aranjuez, como en la mágica Granada. De todo lo que han contemplado mis ojos, una de las cosas que más han impresionado a mi espíritu son esos deleitosos y frescos retiros. Ni las vetustas murallas carcomidas de siglos, que aún atestiguan el viejo poderío de los conquistadores romanos, ni los restos visigodos, ni la esbelta Giralda mauritana, cuyo nombre alegra como una banderola, ni la Torre del Oro a la orilla del río, ni las magnificencias del Alcázar, que renuevan en mi memoria las sensaciones experimentadas en la Alhambra granadina, nada me ha hecho meditar y soñar como estos jardines que vieron tantas históricas grandezas, tantos misterios y tantas voluptuosidades.
…Cuando uno entra, a un lado de las galerías que llevan el nombre de aquel raro monarca que comprendía la belleza morisca, que tuvo mucho de oriental, mucho del Arum-al-Raschid de «Las mil y una noches», lo primero que conmueve es el más blando de los silencios, apenas turbado por el fino hilo líquido que cae de un surtidor en el ancho estanque de verdes aguas. El suave viento mueve el ramaje de dos grandes magnolias vecinas.

Y entre rosales y arrayanes, se descienden dos graderías y se va a ver lo que se llama los baños de doña María de Padilla. Hay una grande y larga piscina, bajo bajas bóvedas góticas. Nada más. Pero, ¿qué importa? Pintores ha habido que han intentado resucitar el sensual capítulo de la bella novela de vida. Quedaos al amor de vuestras ideas. ¿No oís cantar los pájaros de la primavera? ¿No veis al monarca que se acerca entre las flores nuevas y lujuriantes? ¿No oís el ruido del agua transparente en donde el cuerpo sonrosado de la real querida forma a su rededor círculos de diamante? Ella ríe, el duro rey sonríe".
Rubén Darío, Tierras Solares

jueves, 10 de abril de 2008

musgo y piedra


Un día de lluvia como hoy no es imprescindible para subrayar esa tristeza que atraviesa los huesos, pero deja evocar el pulso casi perenne, musgo y piedra, de Compostela. Ligero alivio.



“Compostela no está hecha, está viva, y aunque quisieran embalsamarla como cadáver con verjas y funcionarios públicos que cobrasen la entrada a sus calles, no se podría evitar que el aire, y la flora espontánea, y la lluvia, la fuesen modificando cada día, sin que podamos prever cuál será su color dentro de treinta años, cuáles muros se habrán desmoronado y cuáles permanecerán erguidos y victoriosos. La arquitectura combate con el tiempo, y aunque el tiempo, englutidor insaciable, será al final vencedor, ¿quién sabe lo que dilatará la pelea? ¿Años o siglos?”

Gonzalo Torrente Ballester, Compostela y su ángel

domingo, 6 de abril de 2008

la maleta

Sé que no he llegado tarde a Praga, aunque hace tiempo que inicié este viaje. Hoy alcanzo destino, traigo más cariño que equipaje. Merece la pena: Praga tiene una piel delicada y perceptiva. Sensible al tacto del hombre. Como un taxi, casi sin dar la dirección, sabe a dónde dirigir nuestros sentidos.



“Ayer mismo había tenido miedo de que, si la invitaba a visitarle en Praga, viniera a ofrecerle toda su vida. Cuando ahora le dijo que tenía la maleta en la consigna, se dio cuenta de inmediato de que en esa maleta estaba toda la vida de ella y de que la había dejado momentáneamente en la estación antes de ofrecérsela.
Cogió el coche que estaba aparcado delante del edificio, recogió la maleta (era grande y enormemente pesada) y regresó a casa, con la maleta y con ella”.

Milan Kundera, La insoportable levedad del ser

jueves, 3 de abril de 2008

Fuera de mapa (II) Thomas Mann

El color se diluye en el blanco y el negro. Como el color, la noción del tiempo también se evapora. Minutos y horas se demoran entre bostezos. Las semanas, los meses marcan rápido el paso. La danza de los días sólo se percibe en el negro rotundo de la noche.


“Sin embargo, aquellas sensaciones tan desagradables eran compensadas por lo cómodo que se sentía, por las cualidades difíciles de analizar y casi mágicas de la tumbona, que Hans Castorp de nuevo constataba con sumo placer…En cualquier caso, nada podía garantizar el feliz reposo del cuerpo mejor que aquella excelente tumbona. Así pues, la satisfacción reinaba en el corazón de Hans Castorp al pensar que disponía de dos horas para estar tranquilo sin hacer nada, las dos horas sagradas de la cura principal…”

“El tiempo pasaba despacísimo, el plazo parecía infinito… Hacía mil cosas, cogía objetos y los volvía a dejar, salía a la terraza, contemplaba el paisaje, el alto valle, ya enteramente familiar para él en todas sus formas: sus picos, las siluetas de sus crestas y sus paredes rocosas…”

Thomas Mann, La montaña mágica