vividos, viajados o sencillamente imaginados






sábado, 23 de enero de 2010

allí donde queremos llegar



Existe un tedio interior en el viaje de la vida, como el del turista a su pesar. La cura no se halla en los grandes desplazamientos, donde no siempre la evasión surte efecto. Puede ser algo tan sencillo como la mujer que vive al lado de casa, entre divertida y chisposa, aparentemente ingenua, nada inocente (tampoco culpable), pelín extravagante (así Muriel, la veterinaria encargada de cuidar de su perro mientras Macon va de aquí para allá) sólo adornada con una irresistible e incierta propuesta de viaje (sin coche, sin aviones) y un viejo álbum de fotos.


"Escribía una serie de guías para personas que se veían obligadas a viajar por negocios. Bien pensado era ridículo: Macon detestaba viajar. Se movía por los territorios extranjeros dando tumbos a la desesperada, como inmerso en un bombardeo -con los ojos cerrados, conteniendo la respiración y agarrándose a la vida, imaginaba él a veces- y luego, de vuelta en casa, daba un suspiro de alivio y, cómodamente instalado, se disponía a producir sus abultados libros de bolsillo del tamaño de un pasaporte. El turista accidental en Francia. El turista accidental en Alemania. En Bélgica.

En estas guías sólo daba cuenta de las ciudades porque los que viajaban por negocios llegaban en avión a las ciudades, se marechaban del mismo modo, y el campo no lo veían en absoluto. De hecho, tampoco es que viesen las ciudades. Lo que les interesaba era cómo fingir que no se habían ido de casa. ¿Qué hoteles de Madrid disponían de colchones Beautyrest de tamaño extra? ¿Qué restaurantes de Tokio podían ofrecer Sweet’n’Low? ¿Había un McDonald’ en Ámsterdam? (…) ¿Servían en algún sitio de Roma raviolis Chef Boyardee? Otros viajeros tenían la esperanza de descubrir los vinos característicos de un lugar; los lectores de Macon buscaban leche pasteurizada y homogeneizada.

Lo de escribir las guías le gustaba tanto como detestaba el tener que viajar. Sentía un virtuoso deleite en organizar un país desorganizado, podando todo lo accesorio y mediocre, y clasificando lo que quedaba en párrafos concisos y elegantes”.

Anne Tyler, El turista accidental

jueves, 14 de enero de 2010

fuera de mapa (XII) Boris Vian




y si he de elegir, ser antes devoción que obligación








"La cojo por los sobacos y la pongo en pie, luego la despojo de su voluptuosa bata, que arrojo de cualquier modo. Gaya parece inquieta, un poco como si fuera a llorar y cantarme las cuarenta..., pero se sosiega.


(...) Después de mucho baño, mucha loción, mucha friega, mucha toalla y mucha flema, tumbado en el sofá, me dedico a pensar y pienso que de todos modos esta historia de reventarme los neumáticos no es tan grave. Me ha retrasado media hora, pero siempre andamos sobrados de alguna media hora, sobre todo cuando no damos golpe; conque, a fin de cuentas, si ha servido para que Gaya se desahogara, me lo tomo como una pequeña compensación que le debía".



Boris Vian, Con las mujeres no hay manera

lunes, 11 de enero de 2010

la risa



Los Reyes Magos dejaron en casa un juego estilo Cluedo, ambientado en una abadía medieval. Menos mal, he dicho para mis adentros, por esta vez no hay ningún sospechoso español. Porque tiene su gracia bendita que Jorge, el malo de la historia, sea de aquí, de Burgos para más señas.

Hace ya muchos años, una amiga que entre nosotros ya no está (pero confío en que siga siendo) se preguntaba por el verdadero misterio de la novela ¿cuál era el nombre de la rosa? Ella siempre sostuvo que hacía referencia a la joven mujer (creo que la única) que aparece en el relato.
La mujer, aventurada, tentadora e irresistible como la risa (en castellano de risa a rosa sólo va una letra).






"Jorge dijo que bastaba decir pez para nombrar al pez, sin ocultar su concepto con sonidos engañosos. (...) Y entonces sucedió algo que no comprendí. Berengario se echó a reir. Jorge lo reconvino".





"-Quiero ver esa copia griega escrita sobre pergamino de tela, material entonces muy raro que se fabricaba precisamente en Silos, cerca de tu patria, Burgos. Quiero ver el libro que robaste allí, después de haberlo leído, porque no querías que otros lo leyesen, y que has escondido aquí. (...) Pero ¿por qué temes tanto a este discurso sobre la risa? No eliminas la risa eliminando este libro.

-No, sin duda. La risa es la debilidad, la corrupción, la insipidez de nuestra carne (...) algo inferior, amparo de los simples (...) Pero aquí se invierte la función de la risa, se la eleva a arte".

Umberto Eco, El nombre de la rosa


miércoles, 6 de enero de 2010

no hay magos de oriente en la plaza de






"Para que los Reyes Magos dejen algo en las botas de un chico, lo primero que mecesita el chico es tener botas. Esta profunda reflexión no es mía, me la ha comunicado un golfo a quien yo visité en su domicilio -estatua de Recaredo, plaza de Oriente - para pedirle noticias acerca de los Reyes Magos.
-Yo me echo a dormir -me dijo el golfo- y si los Reyes quieren traernos algún regalo, que me traigan botas...
Ignoro si lo Reyes habrán satisfecho este deseo de un niño descalzo e indocumentado; pero me figuro que no. En los países de la fantasía no se fabrican botas. Las botas son un producto industrial, y los Reyes Magos no suponen que pueda albergarse un niño allí donde no ven un par de pequeñas botas... Los Reyes Magos traen de todo para todos los niños; pero aquel que no tenga con qué recoger su parte en el rico tesoro de la superstición, se quedará sin ella. El ideal vive de realidad, y en este caso la realidad consiste en un par de botas y un trozo de balcón o un quicio de puerta".


Julio Camba, Los Reyes Magos





Pues nada, habrá muchos reyes en la Plaza de Oriente, pero Magos ¿uno?






o ninguno.