vividos, viajados o sencillamente imaginados






martes, 30 de junio de 2009

que me diga qué le debo...


"-¿Por qué son tan importantes mis malditas fotografías?
-La luz era fantástica esta mañana en el parque. Las fotos tienen que ser buenas. Además, las necesito.
-Ya hay problemas en mi vida privada y sería un desastre si…
-¿Si qué? Nada como un desastre para arreglar las cosas".

Michelangelo Antonioni y Tonino Guerra, Blow up

Fotos que no tienen precio.
Ocultan dudas y revelan evidencias: o al revés.
¿Cómo pagar por ellas?

lunes, 29 de junio de 2009

una declaración más



Torre de Hércules, la última española en incorporarse a la Lista de Patrimonio Mundial.

Así lucía y seducía hace un año: ha convencido.

domingo, 28 de junio de 2009

guía romántica (y III)




En los tiempos de Gil y Carrasco no era necesario desbrozar en las selvas de la novela histórica. La nostalgia por la autenticidad de los textos del XIX es un pasodoble a la Edad Media y a la biografía del autor.

A mí se me entrecruzan la historia de buenos y malos (el honesto caballero templario, el insaciable Conde de Lemos), la evocación desde el culto a las ruinas, la visión de la Naturaleza desmedida (la que se traga al hombre con indiferencia), la leyenda que engalana el mundo medieval y el destino.



Ese destino en pretérito perfecto que con Enrique Gil y Carrasco, hombre romántico por sensibilidad y época, fue generoso: si no concedíendole tiempo, sí otorgándole los lugares, esos que no nos es dado elegir cuando nacemos, cuando morimos.



"Estábase poniendo el sol detrás de las montañas que parten téminos entre el Bierzo y Galicia y las revestía de una especie de aureola luminosa que contrastaba peregrinamente con sus puntos oscuros...


Todavía se conserva esta hermosa fortaleza, aunque en el dia sólo sea ya el cadáver de su grandeza antigua. Su estructura tiene poco de regular, porque a un fuerte antiguo, de formas macizas y pesadas, se añadió por los templarios un cuerpo de fortificaciones más moderno, en que la solidez y la gallardía corrían parejas, con lo cual quedó privada de armonía; pero su conjunto todavía ofrece una masa atrevida y pintoresca. Está situada sobre un hermoso altozano desde el cual se registra todo el Bierzo bajo, con la infinita variedad de sus accidentes; y el Sil, que corre a sus pies para juntarse con el Boeza un poco más abajo, parece rendirle homenaje".

Enrique Gil y Carraso, El señor de Bembibre

viernes, 26 de junio de 2009

guía romántica II

El señor de Bembibre como un viaje. Los personajes transitan -viven, aman y mueren- por los caminos y lugares de El Bierzo. Y allí Carracedo es el espíritu de esa región que tan bien conoce el autor. Hoy en ruinas, sólo intenta lucir su mimada osamenta de piedra.





"En la margen izquierda del río Cúa, poco más abajo de Cacabelos y en un sitio fértil, risueño y deleitoso tal vez en demasía para la austeridad y recogimiento de la vida monástica, está asentado el monasterio de Carracedo, el más sobresaliente del Bierzo y que antes de la caída de las órdenes religosas gozaba en la de San Bernardo de una consideración y riqueza de primer rango. Cércanle por todas partes praderas y huertas fertilísimas, frondosos arbolados y campos de pan de maíz y de lino, surcados por arroyos puros y cristalinos que mantienen en ellos una perpétua verdura. Es allí el cielo tan sereno y claro, tan benigno y templado el aire, tan fecunda la tierra y tan variada la armonía de los infinitos pájaros que cantan en sus sotos, que el buen rey don Bermudo II el Gotoso que le fundó en 990, no pudo buscar marco menos a propósito para un cuadro grave y religioso".










"Don Álvaro se apeó en el patio, y acompañado de dos monjes que bajaron a su encuentro... se encaminó a la cámara de respeto en que solía recibir el abad a los forasteros de distinción... gracioso aposento con ligeras columnas y arcos arabescos, con un techo de primorosos embutidos, al cual se subía por una escalera de piedra adornada de un frágil pasamano. Una reducida pero elegante galería le daba entrada, y recibía luz de una cúpula bastante elevada y de algunos calados rosetones..."


Enrique Gil y Carrasco, El señor de Bembibre

martes, 23 de junio de 2009

guía romántica I



El Señor de Bembibre, entre sus variados y abundantes valores, tiene éste de guía, guía romántica no sólo por la época en que se escribió.
Comprender el pasado de una región, sus espacios y la impronta de los siglos en ellos, para convertirlos en escenario de historias noveladas de las de antes...
siempre es una buena manera de querer a la tierra.



Así sucede con la naturaleza transformada de Las Médulas. Descripción precisa sobre la que se sostienen las sensaciones que al autor le produce el paisaje.












"Esta montaña, horadada y minada por mil partes, ofrece un aspecto peregrino y fantástico por los profundos desgarrones y barranos de barro encarnado que se han ido formando con el sucesivo hundimiento de las galerías subterráneas y la acción de las aguas invernizas; y que la cruzan en direcciones inciertas y tortuosas. Está vestida de castaños bravos y matas de roble, y coronada aquí y allá de picachos rojizos y de un tono bastante crudo, que dicen muy bien con lo extravagante y caprichoso de sus figuras. Su extraordinaria elevación y los infinitos montones de cantos negruzcos y musgosos que se extienden a su pie, residuo de las inmensas excavaciones romanas, acaba de revestir aquel paisaje de un aire particular de grandeza y extrañeza, que causa en el ánimo una emoción misteriosa. De las galerías se conservan enteros muchos trozos, que asoman sus bocas negras en la mitad de aquellos inaccesibles derrumbaderos y dan la última pincelada a aquel cuadro en que la magnificencia de la naturaleza y el poder de los siglos campean sobre las ruinas de la codicia humana y sobre la vanidad de los recuerdos".

Enrique Gil y Carrasco, El señor de Bembibre

jueves, 18 de junio de 2009

narciso vivo



Tuvo miedo a caer y sin más dejó de buscar su reflejo.
Su autoestima se acostumbró a la silueta de su sombra.
Pero un día los dioses le dicen: ya vale,
has que ducharte dos veces por semana, tres si hay fiesta.
Como un ángel ante el sepulcro abierto, no sale de su asombro:
él, que siempre amó las aguas quietas.



"Cuando Narciso murió, las flores del campo se vieron embargadas por el dolor y le suplicaron al río algunas gotas de agua para llorarlo.

-Si todas mis gotas de agua fueran lágrimas -respondió el río-, no me alcanzarían para llorar a Narciso. Yo le amaba.

-¿Cómo hubieras evitado amarlo? -preguntaron las flores-. Era tan hermoso.

-¿Era apuesto? -preguntó el río.

-¿Quién podría saberlo mejor que tú? -preguntaron las flores-. Si cada día se recostaba en tu orilla y reflejaba su belleza en tus aguas.

-Pero yo le amaba -murmuró el río- porque al inclinarse sobre mí podía ver el reflejo de mi propia belleza en sus ojos."

Oscar Wilde, El espejo de Narciso

sábado, 13 de junio de 2009

balance de una estación



Luz y agua. Al final, para sobrevivir hemos de quedarnos con lo de siempre, con el latido de los buenos momentos. Sólo así se desdibujan la añoranza que no es cierta, las carencias supuestas, las caídas del alma a los pies. Pienso en esta primavera, que quiero llamar pasada. El calor me hace sentirlo así. Porque hasta hace dos días, estaba yo en que esta primavera pintaba más negra que la que Henry Miller regaló a su Anaïs. Ahora estoy libre de tentación. Miraba hacia atrás y los últimos días me impedían ver aquella Granada a la que tanto me aferro. Este año además, Granada ha sido tan distinta... Granada en primavera, compañeros de viaje de toda la vida y reencuentro con un viejo desconocido. De lo mejor de esta primavera. Que se pueda contar, claro.

"Me había olvidado de todo -padre, madre, alarde, ejércitos, Granada-, menos de aquel presente, apremiante y cálido, reducido al cuerpo de una muchacha que se bebía y devoraba el mío una vez y otra vez. Era como si estuviésemos solos en una barca en medio de la mar. Amenazados por la desaparición y por la muerte, nos había asaltado la recíproca urgencia de gozar. No éramos sino dos náufragos que se amparaban uno en otro, y se reconocían dándose placer... Una luminosidad amarillenta comenzó a dejar ver aquel lugar inverosímil... Después, exhausto, debí quedarme un momento dormido... Alargué la mano para acariciar el suave cuerpo de la mujer, pero no estaba. Su ausencia me despertó del todo. Me senté en el suelo y no vi a nadie. Por un instante, dudé de que alguien hubiese estado allí conmigo. Más tarde, muchas veces, he pensado que no. Me levanté tambaleándome. La lluvia había cesado."
Antonio Gala, El manuscrito carmesí

martes, 9 de junio de 2009

memoria histórica

Córdoba, 1126.
Nace Averroes. Dedica su vida a conciliar filosofía y religión. La obra de Aristoteles es el eje de sus estudios. Destierro o exilio, el caso es que se lo quitan de enmedio: sale camino Lucena. Recala en Marruecos, donde fallece en 1198.
Se ha perdido gran parte de su obra gracias a la censura (o a la tolerancia).






"Escribía con lenta seguridad, de derecha a izquierda; el ejercicio de formar silogismos y de eslabonar vastos párrafos no le impedía sentir, como un bienestar, la fresca y honda casa que lo rodeaba. En el fondo de la siesta se enronquecían amorosas palomas; de algún patio invisible se elevaba el rumor de una fuente; algo en la carne de Averroes, cuyos antepasados procedían de los desiertos árabes, agradecía la cosntancia del agua. Abajo estaban los jardines, la huerta; abajo, el atareado Guadalquivir y después la querida ciudad de Córdoba, no menos clara que Bagdad o que el Cairo, como un complejo y delicado instrumento, y alrededor (esto Averroes lo sentía también) se dilataba hacia el confín la tierra de España, en la que hay pocas cosas, pero donde cada una parece estar de un modo sustantivo y eterno. (...)
Los muecines llamaban a la oración de la primera luz cuando Averroes volvió a entrar en la biblioteca... Sintió sueño, sintió un poco de frío. Desceñido el turbante, se miró en un espejo de metal. No sé lo que vieron sus ojos, porque ningún historiador ha descrito las formas de su cara. Sé que desapareció bruscamente, como si lo fulminara un fuego sin luz, y que con él desaparecieron la casa y el invisible surtidor y los libros y los manuscritos y las palomas ... y los rosales y tal vez el Guadalquivir".

Jorge Luis Borges, El Aleph

miércoles, 3 de junio de 2009

la esfinge

A la esfinge de Aranjuez le ha cambiado la pose.
Es más candor que malicia, aun candor majestuoso.
Ha borrado la ironía de su sonrisa de boca perfecta.
Su mirada impertinente, a veces soñadora, quiere atravesarte.
Espera la respuesta al enigma que tiró de sus ojos a tu cara.
Ella calla, ha olvidado la solución.
Si erras, no te matará.
Y aunque aciertes, no morirá.
Porque aunque esfinges son las esfinges de hoy,
ya no son lo eran.

"Desde un ángulo obscuro de mi estancia, durante más tiempo del que puedo imaginarme, una Esfinge bella y silenciosa me acecha a través de las tinieblas ondulantes.
Intangible y quieta, no se alza ni hace el menor movimiento. Poco le importan las lunas de plata y los soles remolinantes.
En el aire el rojo substituye al gris; las oleadas de luz de Luna vienen y se van, pero cuando llega el alba, ella no se va y cuando vuelve la noche, sigue ahí.
La aurora sigue a la aurora y las noches declinan, y durante todo ese tiempo esta extraña gata permanece extendida sobre el tapiz chino, con sus ojos de raso con orla de oro.
Permanece acostada sobre el tapiz, espiando oblicuamente, y sobre su pecho moreno y dorado ondea su piel suave y sedosa, con estremecimientos que llegan a veces hasta sus orejas puntiagudas.
Acércate ya, mi hermoso senescal, que dormitas en tu postura estatuaria. Acércate ya, ser de una extravagancia exquisita, mitad mujer, mitad animal.
Acércate, encantadora y lánguida Esfinge mía, ven a colocar tu cabeza sobre mi rodilla y déjame acariciar tu pecho y observar tu cuerpo moteado como el de un lince".

Oscar Wilde, La esfinge