vividos, viajados o sencillamente imaginados






lunes, 31 de marzo de 2008

palmeras

Para Rosa, mejor que flores. Son las palmeras de tu tierra que hoy se han quedado sin letra.

martes, 25 de marzo de 2008

área de servicio

Amsterdam, dirección Praga


“De un lado están las casas y en las grandes ventanas de los pisos bajos, que parecen escaparates de comercios, están las pequeñas habitaciones de las putas, quienes, en ropa interior, están sentadas justo al lado de los cristales, en sillones con almohadones. Parecen grandes gatas aburridas.

La parte de enfrente de la calle está formada por una enorme iglesia gótica del siglo catorce. Entre el mundo de las putas y el mundo de Dios, como un río entre dos reinos, se extiende un intenso olor a orina.

Lo único que ha quedado del antiguo estilo gótico dentro de la catedral son las altas paredes desnudas, las columnas, la bóveda y las ventanas”.

Milan Kundera, La insoportable levedad del ser

lunes, 17 de marzo de 2008

buena memoria

Vaya marzo el de 1808. Godoy, injustamente tratado: obstáculo para las pretensiones de un aspirante a rey que saldrá rana. Godoy, acorralado en su casa de Aranjuez. Motín reaccionario, organizado, que nos lo han contado espontáneo y popular.
Y han pasado doscientos años, un día como hoy. Esta noche. El paisaje quedo de Aranjuez pillado por sorpresa. Yo, que creo que Godoy se merece una buena memoria, tomo un interrogante de la obra de Galdós (sin ironía, por si alguien lo interpreta así) para dedicárselo.

“¿Qué estás diciendo, tontuelo? ¿Cómo tratas con tan poco respeto a ese espejo de los diplomáticos, a esa natilla de los ministros?”

"Durante un rato bastante largo no se oyó más que el sordo murmullo de diálogos sostenidos en voz baja, algunos sordos ronquidos, socadas toses, y a lo lejos el canto de las discutidoras ranas y el rumor de leves movimientos del aire, sacudiendo las ramas de los olmos, que empezaban a reverdecer. La noche era tranquila, triste, impregnada de ese perfume extraño que emiten las primeras germinaciones de la primavera. El cielo estaba tachonado de estrellas, a cuya pálida claridad se dibujaban las espesas y negras arboledas, la silueta cortada del Real Palacio, y más allá la figura del Anteo de mármol. Levantado del suelo por Hércules, en el grupo de la fuente monumental que limita el llamado Parterre. El sitio y la hora eran más propios para la meditación que para la asonada.

De improviso aquel silencio profundo y aquella oscuridad intensa se interrumpieron por el relámpago de un fogonazo y el estrépito de un tiro que no se sabe de dónde partió."

Benito Pérez Galdós. El 19 de marzo y el 2 de mayo

miércoles, 12 de marzo de 2008

nieve, niebla

Moncayo.
Visto desde Ágreda es siempre telón de fondo. Aislado, rotundo.
Visto desde la evocación, más aún que leyenda adolescente, es geografía de colegio.
Visto desde la celda del Bécquer periodista es…

"-¿Siente usted este profundo silencio que reina en todo el monte, que no suena un guijarro, que no se mueve una hoja, que el aire está inmóvil, y pesa sobre los hombros y parece que aplasta? ¿Ve usted esos jirones de niebla oscura que se deslizan poco a poco a lo largo de la inmensa pendiente del Moncayo, como si sus cavidades no bastaran a contenerlos? ¿Los ve usted cómo se adelantan, mudos y con lentitud, como una legión aérea que se mueve por un impulso invisible? El mismo silencio de muerte había entonces, el mismo aspecto extraño y temeroso ofrecía la niebla de la tarde, arremolinada en las lejanas cumbres, todo el tiempo que duró aquella suspensión angustiosa. Yo, lo confieso con toda franqueza: llegué a tener miedo. (...)
Cualquiera otro hombre, impresionado por la soledad del sitio, el profundo silencio de la Naturaleza y el fantástico panorama de las sinuosidades del Moncayo, cuyas puntas coronadas de nieve parecían las olas de un mar inmóvil y gigantesco, hubiera temido aventurarse por entre aquellos matorrales, adonde en mitad del día apenas osaban llegar los pastores..."

Gustavo Adolfo Bécquer, Cartas desde mi celda

viernes, 7 de marzo de 2008

un bosque


Es un bosque muy concreto. Un paisaje que no existe más que en mi cabeza. Que sólo existe como yo lo imagino. Lo que yo imagino que es un bosque al oír A forest. Me resulta inevitable ver un bosque, incluso un pequeño grupo de árboles, sin que la canción de The Cure empiece a colárseme. Y eso desde que descubrí la canción (ya ha pasado tiempo, ¿1981?).

En realidad la letra es casi tópica: arriesgarte a avanzar a ciegas hacia un encuentro. Pertenece a la percepción romántica del paisaje: un bosque símbolo de confusión, un bosque de evidencias, en el que adentrarse es admitir el no retorno, aun a sabiendas de que no está allí el objeto deseado. No sé si Robert Smith conoce el Rayo de Luna de Bécquer. Pero A forest es una historia gótica musicada, una muestra muy anterior, con la fuerza de lo primitivo, a lo que ahora se entiende bajo ese término en el mundo del rock. Tiene el valor de lo originario, algo así como la novela histórica del XIX, cuya esencia, magia y autenticidad rara vez la encontramos en el aluvión narrativo de moda en nuestros días.

El sonido es guante de la letra: un sonido que siempre he visualizado como el hipnótico baile de un remolino. Afortunadamente, en Aranjuez el efecto se neutraliza: casi todos los árboles los tenemos formados en filas de a dos. Aunque todavía hay un par de rincones en los que a veces me dejo llevar.



¿Y ésto a cuento de qué? Pues a cuento de que ayer-hoy pasé tres horas (conciertos como éstos rara vez se dan) con la mirada y el oído puesto en The Cure. Y a cuento de que en el paso de la media noche, A forest se extendía, como siempre, en toda su intensidad. Capricho, lujo y sobre todo placer. Como viene a decir Smith, en Lovesong, más o menos "cada que vez que estoy a solas contigo me haces sentir como si fuese joven de nuevo". Pues eso...y conciencia, también como siempre, de que no es eterna esta agradable resaca del día siguiente.
I hear her voice
calling my name
the sound is deep
in the dark
I hear her voice
and start to run
into the trees
into the trees
The Cure, A forest

sábado, 1 de marzo de 2008

de bar en bar

Barcelona. Marsé escribe Barcelona con b de bisturí. Rasga la armonía de la panorámica de la ciudad. Disecciona los paisajes interiores y coloca ante nuestros ojos los escenarios donde se cuece el día a día, los recovecos humanos de la ciudad.



“Luego navegaron un poco a la deriva por las Ramblas y el barrio chino, la universitaria escoraba por el lado izquierdo, tendía naturalmente hacia la calle Escudillers y ciertos fondos populosos y hetereogéneos. La aventura no tenía aún lugar, pero se podían ya enumerar toda una serie de lances amorosos de la sangre, pequeñas emociones unilaterales que oscilaban de un cuerpo a otro determinadas por el azar: a veces, de pie ante el concurrido mostrador de una taberna –resultó que la estudiante conocía no pocas tascas y le encantaba recorrerlas rápidamente, como si sólo deseara comprobar que seguían allí, todavía con recuerdos de su paso en compañía con amigos de la facultad y con su misma deprimente fauna flamenca, su mismo buen vino (infecto, según pensaba Manolo, aunque no decía nada) y sus mismas prostitutas y vendedoras de lotería- muy juntos, arropados en esa impunidad ficticia de la algazara popular, sus caderas se rozaban involuntariamente…“
Juan Marsé, Últimas tardes con Teresa