vividos, viajados o sencillamente imaginados






lunes, 30 de noviembre de 2009

casi oculta




Ayer se me aparecía de sobremesa en casa de castellana vieja.
Nunca había reparado en esta otra manera de tenerla a la vista.



martes, 24 de noviembre de 2009

no está sola














A Segovia llegué (más bien me llevaron) siendo aún muy niña. La visión infantil y fantástica del castillo me anunció que el arte y la arquitectura me acompañarían desde entonces. Hubo luego otras visitas. En 1985 cambié aquel cromo de cuento por la imagen de la Vera Cruz y Zamarramala. Las fotografías que tomé ofrecían vistas muy parecidas a las de ahora, pero sin clables de alta tensión ni adosados en la cresta de la ola castellana, aunque el camino ya hacía años que había dejado de ser blanco y polvoriento, para mostrarse amazacotado y gris.

La Vera Cruz. Fue entonces la única vez que estuve dentro de ella, aunque cuando vuelvo a Segovia me dirijo hacia allí. A escondidas, en la distancia, no dejo de contemplarla como si fuese mi Doña Inés, mas sin atreverme a cortejarla.







"Diego el de Garcillán viene todas las tardes a la terraza del Alcázar. Desde el antepecho de piedra, por la parte que da al Eresma, contempla el panorama. … No está solo el poeta. En la visión que el viajero se forma de Segovia, rebullen en caos magníficos todos los monumentos de la ciudad. La mente se llena de palacios, capillas, arcos, capiteles, rejas, ventanas, torres, retablos. Sobre la masa espléndida de monumentos, surgen el Acueducto, el Alcázar, la Catedral, San Esteban, las puertas de San Andrés y de los Caballeros. La imaginación, deslumbrada, en horas de recuerdo va de una maravilla a otra. No podemos poner al pronto orden y sosiego en la admiración. Todo el conjunto de primores arquitectónicos aparece en un plano uniforme.

(…) No está solo Diego el de Garcillán en la explanada del Alcázar. La iglesita románica de la Vera Cruz se alza allá en un terrero, al lado de un sequeral castellano, pasada la arboleda del Eresma. Ante la puerta principal del templo, pasa un camino blanco. La otra puerta, junto a la torre, es chiquita. El camino se aleja culebreando, polvoriento, hacia un poblado que emerge en el horizonte –Zamarramala-.
(…) La iglesita, aislada, limpia, solitaria, sin edificaciones aledañas, se levanta al lado del camino sinuoso, en la tierra polvorienta castellana. El camino se aleja blanco hacia el pueblecito. ¿Va a estar solo en la vida Diego el de Garcillán, solo como esta iglesita? La iglesita románica le acompaña en sus horas de meditación. ¿Llegará a ser también el poeta singular en su arte, dichosamente singular, como la iglesita románica?

Azorín, Doña Inés

jueves, 19 de noviembre de 2009

el jardín inventado

Porque no dejaron huella allí donde se amaban, el jardín de sus encuentros ha tenido que inventarse. Es el llamado "Huerto de Calixto y Melibea", oscuro y recoleto junto a la muralla salmantina. Sólo por la invitación a hojear (y ojear) de nuevo La Celestina, este rincón que evoca a quienes nunca fueron sino en la imaginación, se agradece.



"PARMENO Señor, porque perderse el otro día el neblí fue causa de tu entrada en la huerta de Melibea a le buscar, la entrada causa de la ver y hablar, la habla engendró amor, el amor parió tu pena, la pena causará perder tu cuerpo y alma y hacienda. Y lo que más de ello siento es venir a manos de aquella trotaconventos, después de tres veces emplumada.
CALIXTO. ¡Así Parmeno, di más de eso, que me agrada! Pues mejor me parece cuanto más la desalabas. Cumpla conmigo y emplúmenla la cuarta.













MELIBEA. ¡Oh mi Calixto y mi señor! ¡Mi dulce y suave alegría! Si tu corazón siente lo que ahora el mío, maravillada estoy cómo la ausencia te consiente vivir… Haz de manera como luego le pueda ver, si mi vida quieres.
CELESTINA. Ver y hablar.
MELIBEA. ¿Hablar? Es imposible.
CELESTINA. Ninguna cosa –a los hombres que quieren hacerla- es imposible".





Fernando de Rojas, La Celestina

jueves, 12 de noviembre de 2009

erre que erre

Ir de raro por la vida. Errante ¿o errando?


"Ese poeta no era inhumano. Era ignorante como casi todos los hombres con cultura. Lo que choca en ellos es que siempre quieren ser sencillos y jamás despejan una sola complicación. Si les toca escoger entre el bistec ylos pepinillos, verás que suprimen el bistec y se quedan con los pepinillos. Si les toca escoger entre un prado y un auto, sacrifican el prado. ¿Sabes por qué? No sacrifican más que lo que les une a los demás hombres. Ve a comer con un millonario que pertenezca a una liga prohibicionista y no verás nunca que haya suprimido los entremeses ni los cinco entrantes, ni siquiera el café. Pero habrá suprimido el oporto o el jerez, porque los pobres lo beben como los ricos. Sigue observando y verás que no suprime los cubiertos de plata, pero en cambio ha suprimido la carne porque a los pobres les gusta... ¡cuando pueden incarle el diente! Luego verás que no ha abolido los jardines lujosos ni las mansiones suntuosas. ¿Por qué? Porque son cosas vedadas a los pobres. Pero presumirá de levantarse temprano, porque el sueño es un bien que está al alcance de todas las fortunas. Es prácticamente lo único que todo el mundo puede disfrutar. Pero nadie oyó decir que un filántropo renuncie a la gasolina, a su máquina de escribir o a sus criados. ¡Ni loco! Sólo se priva de las cosas simples y universales. Renuncirá a la cerveza, a la carne o al sueño... porque esos placeres le recuerdan que no es más que un hombre".



G. K. Chesterton, La taberna errante

más erres

Cerrar, ladrar.






"¡Cuidado, no sea que vuestro destino se resuelva en la taberna! ¡Cuidado, no sea que los ingleses vayan a juzgaros al mismo sitio en que se reúnen a menudo para hablar sobre otros cadáveres y otras cuestiones: en un bar! ¡Cuidado! No sea que la última taberna que subsista al fin, cerrada y evitada como un lugar de perdición, sea ésta en que estoy bebiendo esta noche, simplemente porque es la peor taberna de la ciudad. Ten cuidado, no sea que este sitio en que estamos ahora acabe teniendo la misma fama que los tugurios en que los marinos se embriagan y las muchachas se echan a perder. .. Ya veremos, como dijo el viejo cervecero, si habrá algún perro que ladre cuando os vayáis... "

G. K. Chesterton, La taberna errante

viernes, 6 de noviembre de 2009

leyenda negra




No me gusta que me cuenten mal cómo fueron las cosas. Digamos simplemente que las leyendas negras no me las creo.




Y aunque alguna vez me he preguntado si había llegado el final, siempre he respondido "no". No es que no quiera, simplemente me niego a que se acaben los días de Aranjuez. Aún tenemos la sensibilidad intacta y los deseos despiertos.






"Pasaron los hermosos días de Aranjuez, y Vuestra Alteza va a dejarnos sin haber recobrado su alegría. De modo que en vano habremos permanecido aquí. Romped vuestro enigmático silencio, abrid vuestro corazón, Príncipe".

Friedrich Schiller, Don Carlos