vividos, viajados o sencillamente imaginados






viernes, 27 de febrero de 2009

verdades

"¡Hay tan poca gente que ame los paisajes que no existen!..."
dijo Pessoa. Y si ese paisaje es el de la vida, es nuestra vida una ficción.



"NO: NO quiero nada.
Ya dije que no quiero nada.

¡No me vengan con conclusiones!
La única conclusión es morir.

¡No me vengan con estéticas!
¡No me hablen de moral!
¡Aparten de aquí la metafísica!
No me pregonen sistemas completos, no me alineen conquistas
De las ciencias (¡de las ciencias, Dios mío, de las ciencias!)—
¡De las ciencias, de las artes, de la civilización moderna!

¿Qué mal hice a todos los dioses?

¡Si poseen la verdad, guárdensela!

Soy un técnico, pero tengo técnica sólo dentro de la técnica.
Fuera de eso soy loco, con todo el derecho a serlo.
Con todo el derecho a serlo, ¿oyeron?

¡No me fastidien, por amor de Dios!

¿Me querían casado, fútil, cotidiano y tributable?
¿Me querían lo contrario de esto, lo contrario de cualquier cosa?
Si yo fuese otra persona, les daría a todos gusto.
¡Así, como soy, tengan paciencia!
¡Váyanse al diablo sin mí,
O déjenme que me vaya al diablo solo!

¿Para qué hemos de ir juntos?
¡No me toquen en el brazo!
No me gusta que me toquen en el brazo. Quiero estar solo,
¡Ya dije que soy un solitario!
¡Ah, que fastidio querer que sea de la compañía!


Oh cielo azul —el mismo de mi infancia—,
¡Eterna verdad vacía y perfecta!
¡Oh suave Tajo ancestral y mudo,
Pequeña verdad donde el cielo se refleja!
¡Oh amargura revisitada, Lisboa de antaño de hoy!
¡Nada me das, nada me quitas, nada eres que yo me sienta!

¡Déjenme en Paz! No tardo, yo nunca tardo...
¡Y mientras tarda el Abismo y el Silencio quiero estar solo!"

Fernando Pessoa, Lisboa revisitada

domingo, 22 de febrero de 2009

carnes tolendas

"Las calles de una Venecia pequeña y sin góndolas"
leí hace ya tiempo.
Era agua del Tajo la de aquella Venecia sin tí.
Y sí, me gusta bailar, pero no en carnavales. Me explico mejor, no me gustan los carnavales, como a Don Carnal tampoco le gusta que el calendario le marque las fechas.



"En vano has llamado a las puertas de Roma, la ciudad clásica para tus fiestas; el pueblo se ha reunido en el Foro, pero no alegre, bullicioso y llamado por el repiqueteo de tus sonajas, sino grave como sus ruinas, silencioso como sus sepulcros y convocado por incógnitos agitadores de una revolución terrible; y has tenido que huir. ¿A dónde? ¿A Venecia? ¿Al seno de la desolada reina del Adriático, donde antes tenías mil palacios por trono y todo un pueblo, ebrio de placeres y goces, por vasallo? No; no vayas allí. Las góndolas, vacías, se balancean amarradas a los postes de Rialto, con cadenas de hierro que al moverlas el agua parece que gimen. Ni una antorcha refleja en el mar su larga cabellera de chispas; ni se oye una voz, ni el acento lejano de una música. ¡Pobre carnaval! ¡Pobre Venecia...!

Pero, cierra el balcón, echa un par de troncos en la chimenea: esta noche hay bailes, pero nosotros no queremos bailar ni nadie tampoco. ¡Bailar! Bastante hemos bailado ya en este mundo; hora es de dejar a otros el puesto en la cuadrilla. ¡Qué hermosa está la lumbre! No traigas luz: queremos ver bailar nuestra sombra y las sombras de los muebles sobre los muros, donde se proyectan vacilando, a compás que vacila la roja llama de los troncos que saltan y crujen al encenderse. Esta noche cenamos tempranito y nos metemos en la cama como unos bienaventurados.
El no ser calavera, ¡qué triste, pero qué cómodo es!"

Gustavo Adolfo Bécquer, El carnaval

viernes, 20 de febrero de 2009

precio a tu cabeza

No está bien que yo lo diga pero las leyendas me inspiran más que la historia y me inspiran confianza: siempre podemos cambiar el final.
Me decían sotto voce out off blog que sobre tu pelo había insistido en dos entradas casi seguidas. Pues insisto, ahora sobre cabezas que ya rodaron, a la espera de que ruede la tuya, si no te rindes. Hércules además de fuerza tenía astucia y sentido de la ocasión. La foto carece de la agresividad del relato, lo que quiere decir: aún dejo que te lo pienses.


"Hércules, a quien la victoria sobre el gigante no le había parecido poca cosa, quiso conmemorar el combate con un monumento adecuado a la grandeza del suceso. Cortó la monstruosa cabeza de Gerión, en cuyo rostro se conservaba el gesto de desesperación que había expresado al saberse vencido, abrió con sus poderosas manos un enorme hoyo entre las rocas de la orilla, enterró allí el cráneo y ordenó que sobre tal cimiento se cosntruyese una torre muy grande y se poblase alrededor una ciudad que hiciese honor a la importancia de la torre. Construida la torre, se mantuvo desde entonces como lo que es, el faro coruñes que, con su luz, ayuda en la noche a los navegantes a conocer el rumbo certero".

José María Merino, Leyendas españolas de todos los tiempos

domingo, 15 de febrero de 2009

retorno a úbeda



"Me acuerdo de la luz húmeda y dorada tras los días de lluvia y del verde de la hierba recién aparecida en los intersticios del empredado y de la intensidad con que el sol relucía en ella y me veo a mí mismo desde mi distancia y mi estatura de adulto buscando insectos para guardarlos en una caja de cerillas...imaginándome aventuras que agrandaban el tamaño de los lugares y las cosas, que convertían los mínimos tallos de hierba en árboles de un bosque... y el portalón cerrado de la Casa de las Torres en la muralla de un castillo..."




"Pensó que ya era tiempo de ir regresando hacia Mágina, ahora que la ciudad no podía herirlo ni atraparlo, de regresar con Nadia para mostrarle los lugares que ella apenas recordaba y caminar abrazado a ella bajo los soportales del General Orduña, por la calle Nueva, por el Paseo de Santa María, por las calles empedradas que conducían a la plaza de San Lorenzo y a la Casa de las Torres, hablándole al oído, rozándole el pelo con los labios, estrechándola con una pasión y una certidumbre de pertenecerle que a los dieciséis años le había parecido imposible encontrar".

Antonio Muñoz Molina, El jinete polaco


Recuerdos de la infancia y de la adolescencia hechos monólogo. Mágina más que imaginada, evocada. Un paseo que es el deseo de mostrar a quien amamos, ahora que nos hemos conocido, los rincones en los que crecimos, cuando no éramos lo que somos, aquellos rincones en los que fuimos antes de conocernos.

martes, 10 de febrero de 2009

fuera de mapa (VII) oscar wilde


Wilde hace decir a Herodes "No hay que buscar símbolos en cada cosa que vemos. Haría imposible la vida". Una de las aparentes y arrolladoras contradicciones de Wilde, tan simbolista él, y tan pragmático. Porque la metáfora proclama un deseo, pero a veces éste exige ser enunciado de modo directo para que se entienda y se consiga. Y si aun así no te lo ponen en bandeja, siempre queda rebanar el cuello que se te resiste y pasar del dicho al hecho.



"Tus cabellos se parecen a racimos de uvas, a racimos de uvas negras que cuelgan de las vides de Edom en el país de los edomitas. Tus cabellos son como los cedros del Líbano, como los grandes cedros del Líbano que dan sombra a los leones y a los ladrones que quieren esconderse durante el día. No son tan negras las largas noches negras, las noches en que la luna no se deja ver, en que las estrellas tienen miedo. No es tan negro el silencio que mora en los bosques. No hay nada en el mundo tan negro como tu pelo... Déjame tocar tu pelo".




Así se expresa Wilde por boca de Salomé: recoge el caudal erótico que emana de la naturaleza y lo convierte en palabras al estilo de El Cantar de los Cantares. Es sabido que Wilde tiró de Libros Sagrados más allá de la inspiración del tema. Y si bien la Salomé de Wilde, como las salomés del XIX (sirva de ejemplo la serie de Gustave Moreau) está marcada por la sucesión de símbolos -una moda que parece parodiar-, no es menos cierto que se trata de una obra de hechos tangibles y literales. La tensión entre forma y significado, potencia y acto pauta los acontecimientos.

jueves, 5 de febrero de 2009

café para cuatro


Josep Pla fantaseó. Fantaseó con las tardes tardísimas de Els Quatre Gats. Nosotros fantaseamos, pero nuestra fantasía se contagia de la fantasía de Pla, más cercana en el tiempo y por ello, teñida de veracidad. Ahora, cuando cruzamos la puerta de Els Quatre Gats leemos a Pla en esas barbas que cuelgan de la pared. Ahí están, artesanos de la tertulia, derrochadores de horas, pródigos en palabras, inconscientemente extravagantes. Desparramados, imprevisibles, sembrados.


"En el café había una mesa muy larga, con un sillón capitular en una de sus cabeceras. Era la mesa de los artistas. El sillón lo ocupaba Romeu con algo de afectada prosopopeya. Los demas se sentaban en sillas bajas, y gracias. La mesa tenía prohibida lo que Romeu llamaba "vulgaridad". Alrededor de esa mesa se sentaban dos grupos de artistas claramente diferenciados y en el fondo irreconciliables. El primero, presidido por Rusiñol, con Casas y Utrillo (...)
El establecimiento estaba montado sobre un curioso principio comercial: el menosprecio olímpico del propietario por su clientela. En Els Quatre Gats las raciones siempre fueron pura ilusión del espíritu. Más que un lugar de restauración fue una exposición de platos pintados, un arte culinaria en miniatura, de colegio de párvulos. Las raciones eran ingrávidas, desmirriadas, de una extrema ligereza (...)
El menosprecio que sentía Romeu por su clientela contrastaba por el respeto que sentía por las telarañas de la casa. Para él una telaraña, sobre todo si estaba llena de polvo, era algo sagrado e inviolable (...)
En ese fin de siglo los artistas vivían aún como los naturalistas dicen que viven algunos pájaros cuando no están en celo, es decir, en grupos, haciendo una tertulia volante, muy parecida, a pesar de las alas, a una tertulia de café. Los artistas se cobijaban entonces en el café de Els Quatre Gats".

Josep Pla, Santiago Rusiñol y su época