vividos, viajados o sencillamente imaginados






lunes, 21 de junio de 2010

ver y beber









Verte y beberte. Desde el principio el protagonista me sedujo: un muchacho que no pega chapa, sale airoso en sus estudios y divide su tiempo entre la cama y el bar... inventando personajes que le hacen compañía en su viaje. Una vez más sin salir de la cama, en la mejor tradición, la de Maistre, Onetti o Proust, o en la de Bukowski, con sus otros saltos de cama al bar. La lectura bloquea la imaginación, pasmada ante tanto ingenio acumulado: es como si el joven irlandés fantasease por mí.






"Nos hallábamos los tres dedicados a verter vasos de cerveza en el interior de nuestros organismos y a expresar en un bello debate la consecuente sensación de bienestar físico y mental. (...) La cerveza era de calidad superior, sueve en la lengua pero picante en el orificio de la garganta, suavemente eficaz en su mágica circulación a través de los conductos del cuerpo. (...)


Brinsley apoyó luego su oscuro mentón en la palma de una mano y se acodó pensativo en el mostrador, inspeccionando su bebida, mirando más allá de la frontera del mundo.


¿Y si tomamos otra jarra?, dijo Kelly.


Ah, Lesbia, dijo Brinsley. Es lo mejor que he escrito en mi vida. ¿Cuántos besos, Lesbia, preguntas, servirían para saciar este mi ávido amor?(...)


Tres jarras, dijo Kelly.


Que sean tan infinitos como las estrellas que en la noche contemplan a los amantes tendidos en la zanja: tantas veces mordería Catulo loco de amor tus labios ardientes que ojos importunos no podrían contarlas (....)


Tráiganos, gritó Kelly, otras tres jarras antes de que nos muramos de sed. Dios santo, me dijo a mí, parece que estuviéramos en el desierto.


Es buen material, ¿sabes?, le dije a Brinsley. Se pintó ante mi mente una imagen de los amantes en su clandestino placer a la cálida luz de las estrellas, sin que brotara de ellos ningún sonido, la ávida boca de él en la de ella.


Pero que muy bueno, dije.


Kelly, invisible a mi izquierda, batió palmas.


Lo mejor que he bebido en mi vida, dijo".




Flann O'Brien, En Nadar-dos-pájaros




domingo, 20 de junio de 2010

este jueves



"Arrancó un pedazo de historia de la vieja enciclopedia. Se encontró lleno de moho en una pasada batalla entre ejércitos de escudos y espadas, entre soldados a los que el tiempo había oxidado sus oídos y atemperado su furor. Devolvió el libro al estante convencido de que tarde o temprano a todos nos caducaría la ira que llevamos dentro".




Ya he localizado el lugar que te corresponde en mi biblioteca, al lado del volcán de Malcolm Lowry. No está mal ¿eh? El último día de la vida del cónsul Firmin podría haber sido la octava de tus Siete vidas sin gato. No voy a hacer ninguna crítica (más que nada porque, como decía Oscar Wilde, es más difícil criticar que escribir, y el listón estaría muy alto) ni un comentario de texto (de los que huyes). Imagino, por las mismas, que tus siete vidas son siete vidas sin prólogo (los que nunca lees).


Allí donde no hay gatos es donde vamos a disfrutar los ratones: aunque el festín se nos haga pequeño, y nos quedemos con ganas de más, de más relatos, de esos que de momento conservarás en su tinta fuera del libro, o de aquellos otros a los que aún no le has puesto las palabras en orden y que acabarán saltando al papel, o a la pantalla, al ritmo vertiginoso con el que golpeas las teclas, o a ese más lento que sucede cuando terminas de afilar, recreándote, el lápiz. Relatos, a veces poemas en prosa, como los que el péndulo cómplice te ha ayudado a guardar, sin más pretensión que la de escribir por el placer de escribir.

Felicidades y ya sabes (tiro de refrán): “los rincones para los gatos, y las esquinas para los guapos”.




Presentación de Siete Vidas sin Gato, de Carlos López.
Ed. Atlantis.
Café bar Contrapunto, Carrera de Andalucía. Aranjuez.
Jueves, 24 de junio de 2010, 9,00 horas.

domingo, 13 de junio de 2010

desnuda

Releía Crónica del rey pasmado entre otros motivos por el recuerdo a Gonzalo Torrente Ballester (hoy hace cien años de su nacimiento). Y cierta imagen, el intríngulis del libro ni más ni menos, me ha llevado a un detalle en la historia de otro pasmado de la vida, Conejo, ese molde-de-hombre que John Updike puso en eterna huída, un Forrest Gump más en el way of life americano.

Venus in furs... En tantas épocas, en tan diversos lugares (del Madrid de los Austrias a la América del baby boom) las leyes de lo natural parecen ajenas al hombre.










"-¿Has visto algo más bello?
-Hay muchas cosas bellas en el mundo.
-¿Más que el cuerpo de una mujer?
-Si es el de Marfisa, difícilmente.
-Nunca había visto hasta esta noche una mujer desnuda.
-¿Y qué?
-El paraíso tiene que ser una cosa semejante.
El conde torció el morro.
-No creo que los señores inquisidores aprobasen esa idea.
(...)
La carroza corría pore la calle, llena de baches, como por la superficie de un espejo. El Rey miraba hacia adelante,como si le envolviese el infinito. Tenía cierta cara de pasmado.
-¿Qué miráis con tanta atención, señor?
-El cuerpo de Marfisa. No puedo ver otra cosa".



Gonzalo Torrente Ballester, Crónica del rey pasmado




"Había, sin embargo, otras cosas buenas: ella era muy recatada y no quería mostrarle su cuerpo desnudo ni siquiera en las primeras semanas de su matrimonio, pero, cierta vez en que él entró en el baño sin esperarse nada, encontró a Janice, que acababa de salir de la ducha, de pie ante el espejo empañado por el vapor, perezosa y complacida. Conejo modifica un poco su postura y su mente retorna a su oscura cuenca; la nuca de Janice, resbaladiza, la depresión de la espalda, dócil a su contacto, ambos de rodillas, contorsiones que jamás hubo".

John Updike, Corre, Conejo

domingo, 6 de junio de 2010

todo igual, supongo

"Tal vez en el principio
el tiempo y lo visible,
inseparables hacedores de la distancia,
llegaron juntos
borrachos
golpeando la puerta
justo antes de amanecer.

Con las primeras luces pasó su embriaguez,
y tras contemplar el día,
hablaron
de la lejanía, del pasado, de lo invisible.

Hablaron de los horizontes que rodean todo
lo que todavía no ha desaparecido."


John Berger, Algunos pasos hacia una pequeña teoría de lo visible.



Todo permanece, creo.

Si algo ha desaparecido, no me he dado cuenta.
La luz a la salida del túnel llena los ojos de chiribitas que impiden retener cualquier silueta. Es el blanco que todo lo contiene, tentador mientras invita a elegir la imagen. Como la escultura que hay que saber sacar de su escondite en el bloque de mármol. Esta luz vital a veces desorienta, una ceguera momentánea que no se deja engañar.

Todo sigue donde estaba.