vividos, viajados o sencillamente imaginados






domingo, 31 de julio de 2011

fuera de mapa (XIII) Luis Eduardo Aute






"El mar es más que un paisaje,

también es un sentimiento,

es un corazón que late

negándose a seguir muerto;

no rinde más obediencia

que la que exigen los vientos,

no lo sujetan cadenas

ni se detiene ante el fuego".




Luis Eduardo Aute, A por el mar




miércoles, 20 de julio de 2011

el loro


Hay loros que han hecho nombre, loros inmortales: el lorito real, el loro que provoca la viudez de Fermina Daza (cuenta García Márquez) y este loro Ravachol.

Me dice una amiga que el hijo de Torrente Ballester le confirmó que el loro de "La Saga fuga de JB" era una "resurrección" del famoso loro de Pontevedra, a cuyo entierro en 1913 acudió media ciudad, hoy verdadero rey del entroido. Ambos loros al servicio de su amo farmacéutico, ambos porteros de botica.






"Don Perfecto Reboiras era propietario de un loro y de una botica (...) La botica había sido fundada en 1849, y, entonces, el loro ya estaba allí y era ya viejo. Sobre la ancianidad del loro corrían varias leyendas. El loro, a veces, sobre todo en las noches oscuras del estío, dejaba escapar frases en gallego medieval, frases guerreras de aliento, órdenes de ataque y de defensa; otras veces se dirigía a personas desconocidas u olvidadas: las llamaba por su nombre y les preguntaba por su salud y por su fortuna. Se decía que la inmensa memoria del loro de Reboiras había almacenado los recuerdos de la ciudad desde su fundación (...) Se decía también que el loro de Clotilde Barallobre, que hablaba en latín y al que llamaba su dueña Obispo no era más que una copia sin valor, verdadero pastiche del de Reboiras. El cual se columpiaba en su percha junto a la jamba de la puerta los días de sol, o en su rincón de la tienda los de lluvia, y avisaba a su amo: "Perfecto, tienes clientes", o bien, cuando a las chicas del Pasaje de la Violada les tocaba inyectarse su Neosalvarsán primaveral, gritaba: "Perfecto, las putas", y si hacía sol, decía chicoleos, y, si viento, las insultaba".


Gonzalo Torrente Ballester, La saga-fuga de J. B.