vividos, viajados o sencillamente imaginados






martes, 28 de abril de 2009

pesca de altura

Es un cuento ensartado en la novela. Síntesis y parábola del comecome del protagonista (él), que como el burro de Buridán a ratos, a ratos como el perro del hortelano, se queda sin comer, en un estado de vejez anticipada. ¿Y si no se puede tener todo siempre y a mano?




"Un astrónomo alemán vivía, desde hacía una decena de años, en su observatorio, en uno de los picos más altos de los Alpes, entre las nieves eternas. El pueblo más cercano estaba situado a un millar de metros a sus pies y desde allí le llevaba diariamente la comida una niña de doce años. En aquellos diez años, con aquellos mil metros de subida y descenso, la niña había crecido y se había vuelto fuerte y hermosa y el científico la hizo su mujer. La boda se había celebrado un tiempo antes en el pueblo y, como viaje de novios, los recién casados habían subido juntos a su morada...
Así le habría gustado ahora poseerla, a mil metros de distancia de cualquier otro hombre...
-¿Y a tí?- preguntó con impaciencia, en vista de que ella no entendía por qué le contaba aquella historia?-. ¿Te gustaría a tí ir a vivir allí arriba conmigo?
Ella vaciló. Evidentemente, vaciló. Una parte de la historia, es decir, la montaña, la había entendido en seguida. Él no veía en ella otra cosa que el amor, mientras que ella, al instante, sintió el aburrimiento y el frío".

Italo Svevo, Senilidad

domingo, 26 de abril de 2009

Premios observatorio d'Achtall 2009

Por petición de Álvaro y el Obs, y encantada de enlazar.

http://alvaro-hobbyhorse.blogspot.com/2009/04/premios-del-observatorio-dachtall-2009.html







Especialmente alegre por Jose María Peridis: es fantástico y creo que poco habitual, entender como él entiende la arquitectura, sin desvincularla de su razón de ser. Tal vez sea una apreciación personal, pero me trasmite la tranquilidad de un hombre sencillo y un hombre de fe.

jueves, 23 de abril de 2009

con los pies en el suelo

Nada más lejos de la fantasía: "con los pies en el suelo". Lo primero que me vino a la cabeza ante la entrevista a Juan Marsé del ABC del domingo, a propósito de su discurso para el Premio Cervantes que hoy recibe. Allí estaba su amor por El Quijote y su actitud como escritor "Para mí el premio está en la escritura. Los premios no tienen nada que ver con la literatura" o "Defiendo mi derecho a escribir en la lengua que me de la gana" (como siempre, pero aún más desde que tiene el Cervantes, está sembrado).
Sin embargo, él que en otras ocasiones se ha declarado "forofo de la ficción, la realidad no me importa" me ha sorprendido por la debilidad que siente por su primera obra Encerrados con un solo juguete "porque fue la primera, y contiene bastante material autobiográfico. Por esta razón sencillamente. Es una razón muy subjetiva: no tiene nada que ver con la calidad de la obra". Quiero entenderlo como una aparente paradoja: Marsé hace creíble la ficción. La línea es imperceptible. Contribuye a ello el recurrente escenario barcelonés, la precisa toponimia de la ciudad, la descripción casi naturalista de los espacios. Pero no es suficiente, hace falta ese don que Marsé tiene para levantar mundos de verdad en el mundo de la imaginación.
Encerrados con un solo juguete. ¿Qué juguete? La verdad es que vuelvo el pensamiento hacia la primera juventud (no necesariamente paraíso perdido) y sólo hallo la novedad del sexo, el juego al que juegan los mayores. Ese juego al que Marsé acude correcto, pautado, constante en sus novelas.

"No encontró a Julita en casa. Vivía en un piso oscuro y pequeño, con un suelo de ladrillos abollado y trépido, paredes empapeladas y muebles enormes. Estaba situado en un callejón próximo a la calle San Pablo. La hermana de Julita apoyaba la mano en la jamba de la puerta sin dejarle pasar. Dentro había una atmósfera cálida que olía a tabaco rubio y a anís. Oyó una tos de hombre, un tintineo de vasos.
-¿Quieres que le de algún recado cuando vuelva o prefires esperarla?
-Esperaré un rato- dijo él.
Andrés se acercó a la ventana y la abrió... Era un callejón que no paracía tener salida, corto, mojado aun sin llover, de fachadas ceñudas y muy encaradas y una sola bombilla pelada al extremo de un hierro curvado".

Juan Marsé, Encerrados con un solo juguete

jueves, 16 de abril de 2009

inquilinos




Las palabras de García Pavón surgen del arraigo a la tierra, casi tan antiguas como ella. Son reflexiones románticas y a un tiempo asentadas, serenas. El hombre no tiene capacidad de hacer daño a la naturaleza, y eso que lo intenta. La naturaleza lo ignora, más que como a un inquilino, como a un parásito que sólo le da leves picores. Y condescendiente le responde: te dejo vivir, pero de prestado, y hasta cuando yo quiera.
Las palabras de García Pavón oscilan como la naturaleza, entre la belleza y el vértigo.




"A Plinio le tornaba la sensación de que a la pura naturaleza telúrica le sobran los hombres. De que para la tierra, el cielo, y máxime las aguas de los mares y lagunas, el inquilinato de los humanos es condena temporal, que esperan concluya para quedarse solos, sin más ires y venires que los del viento, los temperos y las olas que llegan a la playa cansadísimas.




La quietud de las aguas laguneras, sin más ola que el leve rizo que les saca el aire o el derramarse unas en otras cuando se preñan sus honduras, transpiran desprecio y ganas de quedarse en paz algún día.






El cielo, tan indiferente a las querellas bajas, a los rasguños de cohetes y aviones. La tierra sufirendo sin conmoverse el hurgar de los arados y tractores; las manchas de los pueblos y ciudades, denuncian ansias de vacación. Posiblemente la repulsa que entre sí nos tememos los humanos, nazca de ese forzado inquilinato, de ese pisar y nadar en un medio que nos es hostil, que nos admitió por no sé qué potentísimo compromiso... que un día caducará. Ese será el gran festival de la naturaleza. Perderá su reconcomio de avasallada. Y habrá una gran orgía de árboles que crezcan por dónde y cómo quieran. De mares arrullantes o feroces que modelen las marismas a su capricho. De ríos desmadrados que jueguen a inundar caminos, carreteras de asfalto y urbanizaciones horribles... Y los nichos y tumbas sin enjabelgar, hasta los panteones de los señoritos estilo modernista, caerán al suelo haciéndose polvo y devolviendo a la tierra los huesos innecesariamente conservados..."


Francisco García Pavón, Voces en Ruidera

viernes, 10 de abril de 2009

cara y cruz



Un único poeta en un mismo lugar.
Con percepciones distintas y además compatibles.
Todo se ajusta al tópico y a la realidad.


“La Semana Santa de Sevilla, con sus esculturas artísticas, sus palios lujosos, sus pasos con imágenes de arte, sus vírgenes vestidas como emperatrices bizantinas: todo oro, terciopelo, hierro, y más oro; y las saetas, esos cantes que brotan en su aguda tristeza, quejidos del pueblo, dolorosas y sonoras alondras de una raza”.



"El turismo viene, por moda, a la Semana Santa. Es decir, a pagar cuentas enormes de hospedaje, a dormir sobre una mesa de billar a veces, y a ver pasar las procesiones, entre católicos irreligiosos, santos macabros, cristos lívidos y sangrientos con cabelleras humanas. Al mismo tiempo, el viajero escuchará los gritos extraordinarios de las saetas y las carceleras".

Rubén Darío, Tierras solares

martes, 7 de abril de 2009

asociación de ideas


Ejemplo: Dalí y Boadella, dos españoles que me hacen múúúúúúúúúúúúúcha gracia.
Asociación de ideas, de sueños, de recuerdos... Como en un tesauro: no hay palabra a la que yo no encuentre relación.

"PERIODISTA 4._ Señor Dalí, ¿qué sentido tiene hoy pintar un cuadro que ya está pintado?

DALÍ._ Si el burócrata de Bacon osó hacer una versión del maestro Velázquez, Dalí, por el mismo precio, hará una genialidad, pero ¡con huevos, sin bacon y sin plato!"




"Se observa a sí mismo, convirtiéndose en espectador de un recuerdo de su infancia.
Antes de que la pelota caiga sobre el teclado, DALÍ NIÑO la coge, e impulsivamente, la aprieta contra su pecho.
Por alguna razón, lo que acaba de hacer lo relaciona con alguien.
Mira hacia la izquierda imaginando que este alguien entrará por allí, y sin poder contener el placer que le provoca este imaginario, se coloca la pelota por dentro de la chaqueta y fantasea tocar el pecho de una mujer. La estruja con fuerza.
De golpe, como iluminado, saca la pelota de la marinera y comienza a maquinar la mejor manera para satisfacer un placer clandestino sin errores. (...)
Coloca la pelota un paso hacia atrás y mira hacia el escondite. Considera que, ahora, la pelota ya está en el lugar preciso. La coge y se abre de piernas. Orina en el punto exacto en el que se halla la pelota. Su pipí es una larga cinta amarilla que cae con fluidez desde su bragueta. No deja de mirar hacia la izquierda, no le fuesen a sorprender antes de acabar la tarea".
Albert Boadella, Daaalí

jueves, 2 de abril de 2009

el chiringuito




No es la canción de Georgie Dann, pero será tema del verano. La cantan Los Parlamentarios, unos teloneros que no se prodigan mucho por los escenarios. Lo cuenta la prensa de hoy.
Lo del chiringuito es pecata minuta si se compara -sin ir más lejos, un par de metros- con la banda de asfalto de los paseos marítimos. Esa línea continua que sirve para que no confundamos la arena con el apartamento. La que da el alto al traje de baño ahí donde nos viste y nos calza. La raya en la que la toilette se hace en público. La de las farolas fernandinas, las baldosas setenteras y el carrilbici siglo XXI.
Es sólo un ejemplo, aunque supongo que insuficiente para parecer políticamente correcta. Porque si algo me gusta de la playa es precisamente el chiringuito.