vividos, viajados o sencillamente imaginados






viernes, 30 de octubre de 2009

la tradición





Perdida, desdibujada, borrada por el maremagnum en que nos han convertido el mundo.
Son las historias de mesa camilla y brasero, las gachas para taponar las puertas de los poco dadivosos, los huesos de santo transformados en mazapán para osados.
Son los cuentos de Gustavo Adolfo Bécquer o Villiers de L'Isle Adam, también de Allan Poe o Washington Irving (europeos de adopción), que frenan justo en el límite de lo desagradable y lo tétrico, sugerentes y misteriosos, menos obvios que las truculencias de importación.
Son nuestra fiesta de Todos los Santos, y más cercana aún (algún día nos festejarán) el gran día de los Difuntos.




"La noche de difuntos me despertó a no sé qué hora el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.
Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato me decidí a escribirla, como en efecto lo hice.
Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche".



"La alta chimenea gótica del palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor iluminando algunos grupos de damas y caballeros que alrededor de la lumbre conversaban familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón.
Las dueñas referían, a propósito de la noche de difuntos, cuentos tenebrosos en que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel; y las campanas de las iglesias de Soria doblaban a lo lejos con un tañido monótono y triste".




"Ese monte que hoy llaman de las Ánimas, pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río. (...) Dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Ánimas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche".
Gustavo Adolfo Bécquer, El Monte de las Ánimas

viernes, 23 de octubre de 2009

nereidas

No era una isla del Egeo, ni Nereo el Dios Padre. Llegaron a Samos siguiendo el cauce de leche, con las vieras por escamas, camino de Santiago; sin caderas, marcado el talle bajo, el cuerpo tatuado y las piernas inmóviles bajo el disfraz marino. Y dispararon sus pechos de piedra mientras murmuraban con sus bocas de agua. Y no les importó el error. Galicia también las hizo hijas suyas, desde su humedad y su mito.


“Siendo quien soy, amigo de las fabulosas imaginaciones, me acerco al patio en que está la fuente de las Nereidas. (…) Si la fuente ésta, en vez de ser gracia barroca, fuese invención medieval, de los días de las famosas peregrinaciones, ¡qué de leyendas no hubiesen podido surgir en el camino!”




"Y cuando los peregrinos hayan abandonado el camino de los montes y saluden alegres los valles pratenses, el monasterio de San Julián puede y debe ser la hospedería impar, el día de reposo soñado. Todo lo tiene Samos, desde el silencio sosegador del estrecho valle hasta la emocionada perfección de las ceremonias litúrgicas, el prestigio de la gran historia, el atractivo de la cultura monacal..."


Álvaro Cunqueiro, A vísperas en Samos

sábado, 17 de octubre de 2009

bosque diminuto




 


Lija placentera en mejilla de varón, alfombra sobre el pecho, destellos de una axila, cojín para las ingles, una nuca tras la poda. “El musgo es el peluquín de las piedras”, decía Ramón Gómez de la Serna.
Aleixandre lo encontró en el vientre sosegado. Es el musgo que ambienta los parajes tétricos de Villiers o Poe y tapiza la melancolía de Machado y Bécquer. Es el oficio de escribir para Valente. El tiempo que pasa de Lorca. El musgo, de Baudelaire a Rimbaud.
Musgo palpado, conocido, prendido para siempre entre los dedos.











Dime pronto el secreto de tu existencia;
quiero saber por qué la piedra no es pluma,
ni el corazón un árbol delicado,
ni por qué esa niña que muere entre dos venas ríos
no se va hacia la mar como todos los buques.
Quiero saber si el corazón es una lluvia o margen,
lo que se queda a un lado cuando dos se sonríen,
o es sólo la frontera entre dos manos nuevas
que estrechan una piel caliente que no separa.
Flor, risco o duda, o sed o sol o látigo:
el mundo todo es uno, la ribera y el párpado,
ese amarillo pájaro que duerme entre dos labios
cuando el alba penetra con esfuerzo en el día.
Quiero saber si un puente es hierro o es anhelo,
esa dificultad de unir dos carnes íntimas,
esa separación de los pechos tocados
por una flecha nueva surtida entre lo verde.
Musgo o luna es lo mismo, lo que a nadie sorprende,
esa caricia lenta que de noche a los cuerpos
recorre como pluma o labios que ahora llueven.
Quiero saber si el río se aleja de sí mismo
estrechando unas formas en silencio,
catarata de cuerpos que se aman como espuma,
hasta dar en la mar como el placer cedido.

Vicente Aleixandre, Quiero saber


lunes, 12 de octubre de 2009

tópicos

"Cuando se trata de la Edad Media es preciso señalar, con algunas frases bien elocuentes, que, a despecho de la caballería, la cortesía y las catedrales, las gentes de la época eran hombres viles, brutales e ignorantes; los señores eran crueles, el clero disoluto, el pueblo miserable y hambriento. Si no se hace así, se pasa por ingenuo (...) Quien cae en este error, oirá recordar, con indulgente sonrisa, que la Edad Media estaba lejos de ser una época "idílica". Con lo que no se sabe muy bien dónde está la ingenuidad, pues, ¿hubo alguna vez una época que pueda calificarse de idílica? (...)
Se podría, a lo sumo, observar que lo que distingue una época de otra es la escala de valores. Así en el siglo XIX, el mismo término "valores" designa las acciones que pueden cotizarse en Bolsa; en la Edad Media se desgina con dicha palabra la estima que sus hazañas valen al caballero, su porte, su coraje, etc. (...)
En todo caso, nos hemos abstenido de adoptar el tono de censor murum y nos disculpamos por faltar así a la costumbre. El lector podrá desempeñar este papel si así lo desea.
A no ser que al ver lo que nos enseñan los documentos se sienta, como nos ha ocurrido a nosotros, menos inclinados a juzgar que a tratar de comprender".
Régine Pernoud, Leonor de Aquitania



Es el cine quien por nosotros, hijos del siglo XX, ha puesto cara a Leonor de Aquitania. Y es muy posible que éste haya sido el camino por el que he llegado a una biografía escrita en los años sesenta y que ha sido reeditada por Acantilado en el mes de junio. Nada que ver con la novela histórica. Es un trabajo de investigación novelado, donde la buena escritura hace amenos los datos. Una obra de análisis y de reflexión en la que la autora Regine Pernoud nos presenta una Edad Media, como cualquier edad de la historia del hombre, de luces y sombras, rompe la mirada romántica a aquel pasado, y nos desvela, tras el nombre de una mujer, una realidad aún más fascinante.

Leonor de Aquitania ejemplifica el espíritu y el carácter de una época. Más que por sus obras y logros, por estar en el vórtice de uno de los periodos más intensos de la Edad Media. Siglo XII. Política, viajes, música, intrigas, amores, poder. Reina por partida doble (esposa de Luis VII de Francia, luego de Enrique II de Inglaterra), madre de Leonor de Aquitania (la que casó con Alfonso VIII de Castilla e introdujo en la Península el primer gótico), de Ricardo Corazón de León y de Juan sin Tierra. Mantiene el pulso político al abad Suger o a Thomas Beckett. Ve cómo se inician las peregrinaciones a Canterbury y se levantan las primeras catedrales góticas. Participa en las Cruzadas. Su época es la de la pérdida de Jerusalén. Y también la de los legendarios Robin Hood y el sheriff de Nottingham. Reina de trovadores, en su corte maduran los cantares de amor cortés y resucita la leyenda de Arturo, punto de partida del conocido ciclo. Mujer itinerante, fueron etapas de su vida Burdeos, París, Poitiers, Chinon, Jerusalén, Londres, Salisbury, Canterbury, Castilla, Sicilia, Bizancio...

No es necesario ser aficionado a la historia para conocer estos hechos. Todos han alimentado la iconografía contemporánea del tópico medieval ya iniciado en el siglo XIX. Ahí, sin salir del cine, la época y los escenarios donde vivió y reinó Leonor de Aquitania desfilan en la pantalla: Tomas Beckett (Peter O’ Toole y Richard Burton), todas las versiones de Robín de los Bosques y los episodios de Arturo y su Corte, que han conmovido incluso a la factoría Disney; y película entre películas, la menos canónica, León en Invierno (Catherine Hepburn).

“Una vida de película”: la frase manida encierra una verdad. Del mismo modo que la protagonista, Leonor de Aquitania, ilustra una Edad Media más cierta.

jueves, 8 de octubre de 2009

el inconsciente de la ciudad



Una tarde de 1990 una monja de Santo Domingo el Antiguo, de espaldas a la tumba de El Greco, entre niñosjesuses con las potencias de metal al aire y el sexo de escayola bajo encajes, una monja confiada y jovial, intentaba convencerme de que no estaban tan alejadas del ultramundo, el nuestro, el de los que estamos fuera. Yo no había preguntado. El argumento fue sorprendente y anacrónico hasta la perfección: pues claro que sabían que el mundial del 82 se había celebrado en España. La historieta no es inventada, aunque suene a anuncio de televisión. Tal vez por la vía menos ortodoxa pude asomarme a la verdad de Toledo. Ahí estaban la invitación involuntaria de las Tres fechas -con sus tres celosías- de Bécquer; el Toledo oculto y el Toledo aparente que Torres Balbás hayó bajo escuadra y cartabón; pero sobre todo, el pulso de vida que Gregorio Marañón supo tomar a estos claustros y clausuras.



“De esas horas de paz inefable, por el Toledo nuestro, el de cada uno, el que nosotros poblamos, como todos los lugares de ensueño, con habitantes imaginados, como a nosotros nos parece que debían ser, que casi nunca es como son; de esas horas de paz, no pocas las he pasado en los conventos de monjas.
Y he pensado muchas veces que, en efecto, estos conventos esparcidos por el laberíntico y noble caserío toledano, representan la parte esencial y permanente del alma de la ciudad, la transida universalidad inagotable; precisamente porque son tan de allí que más que la conciencia de Toledo son su verdadera subsconciencia. La conciencia de una ciudad la forman los palacios, los templos suntuosos; en Toledo, sobre todo, la Catedral. Esta conciencia representa, sí, el alma de Toledo; pero siendo tan suya tiene mucho de lo que le es extraño, de todo lo que ha fluido desde fuera para formar la vieja urbe: lo romano, lo árabe, lo israelita, lo mediterráneo; todo lo que se llama universal, que puede ser y es maravilloso, pero que es transitorio y perecedero; a la larga, arqueología.
En la subsconciencia de Toledo, como en la de los hombres, está, en cambio, lo instransferiblemente suyo, lo que no se debe a ninguna influencia que no sea rigurosamente autóctona, lo que allí nació y no puede ser más que de allí; lo que por ser puro espíritu no se convierte nunca en pasado.
El que entre en un convento de religiosas de la vieja ciudad se dará cuenta de que cuanto es radicalmente toledano, universal y permanentemente toledano, está en ese ámbito reducido y humilde, vago y tenue, como diluido en una nube de incienso; pero exacto e íntegro, sin que le falte ni le sobre absolutamente nada”.


Gregorio Marañón, Elogio y nostalgia de Toledo

por distintos motivos...





... Amos Oz o

Claudio Magris o

¡OH! Haruki Murakami


jueves, 1 de octubre de 2009

especiaListas

Las listas son líneas continuas que trazamos para no caer en la cuneta. Tal vez no sea suficiente con los listados interminables del banco, escupidos por la máquina registro tras registro. Listas de tareas, de la compra, de lo que tengo que contarle al médico, listas de viaje. Listas de novios (de novios, no de bodas). Listas tristes, como la contabilidad del autónomo o la ficha del funcionario. Lista de listas. Como alerta, como guardia que nunca baja. Como la casa en orden que espera la visita anunciada. Esfuerzos mentales anticipados. Preferencias sometidas a orden de marketing. Ranking de gustos imprescindibles metidos en cintura. Autoimpuestas, tal vez necesarias ... injustas en su medida: ni todos los que son, ni todos los que están. Un tanto vergonzantes (a veces motivo de orgullo), justo antes de que llegue el momento mejor: ¿cómo te desdices de la lista?. Por favor, dejadme una lista con cinco opciones.
Todo esto porque el otro día me afirmaron ante un cuadro de X "ésta es mi mano favorita de toda la historia del arte". Nunca me había parado a pensar en ello...




“Habla sin parar, y todo lo que dice le sale más o menos atropellado. Habla mucho de música, pero también habla de libros (de Ferry Pratchett, o de cualquier otra cosa en la que salgan monstruos, planetas y esas historias), y habla de películas y de mujeres. Pop, chicas, etc., como decía el disco de los Liquorice Comfits. Pero su conversación no pasa de ser una simple enumeración: si ha visto una buena película, no te describe la trama ni tampoco qué sensaciones tuvo al verla, sino que te dice en qué lugar de su lista de mejores películas del año figura, o en qué lugar de su lista de mejores películas de la década o de mejores películas de todos los tiempos: piensa y habla solamente en listas de los cinco o diez mejores de lo que sea… “Vega tíos. Las cinco mejores pelis de Dustin Hoffmann”, O solos de guitarra, o discos grabado por artistas ciegos,… o caramelos que se vendan en frascos de cristal”.


Nick Hornby, Alta fidelidad