vividos, viajados o sencillamente imaginados






domingo, 10 de mayo de 2009

pop español

Así nos anunciamos.
Citando al mismísimo Toro de Osborne.
Dejando las sopas de Warhol sosas.

"Ya queda lejos Aranjuez y aún marchamos protegidos por el toldo de los enormes árboles que bordean el camino y entrelazan sus bien repletas ramas, sin que el sol consiga traspasarlas.
-Si sí, ya verá usted dentro de un kilómetro, que se termina la calle de árboles y no hay uno hasta Villaconejos -informa con grandes risotadas uno de los carreteros. (...)

¿Y la torre de la iglesia, dónde está? El que quiera saber lo que es descubrir a América, que se vaya en carro a Villaconejos. Desde que salimos de Aranjuez, no nos hemos encontrado un alma viviente: tierra, tierra...

De pronto, a lo lejos, una nubecilla de polvo(...) La Corsaria viene guiando el brioso caballo que arrastra el tílburo de don Blas, muy guapa, vamos al decir, muy tranquila, con gesto de duquesa que recorre sus tierras antes de almorzar.
-¿Que tal, Corsaria, cómo es el ganado?
-No lo sé, no lo he visto, un toro con dos pitones, digo yo que será.
-No le pongas motes, vamos a dejarlo en becerro.
-Lo que salga, yo mato lo que salga, que a eso he venido.
-Así me gustan a mí las mujeres, que no se asustan de ná".

Antonio Díaz-Cañabate, Una viajata en carro

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad es que en este mundo hay mucha Corsaria suelta.

paisajescritos dijo...

Más que corsarios :)

Anónimo dijo...

En los tiempos de niño, en los futbolines, el señor Marcelo, siempre tocado de bata azul para enredar entre la grasa de los futbolistas de madera, nos ponía una banderilla y un vaso de gaseosa de naranja por una peseta. Mientras la bebíamos, observabamos a los ágiles y habilidosos jugadores de ping-pong. Cuando acababan la partida, el señor Marcelo miraba el curioso reloj triangular y verde, sin horas, y les cobraba la sesión. Y en el salón aledaño se entremezclaba la música del tocadiscos, a dos pesetas la pieza, y el chocar seco del marfil de las bolas del billar. Así hacíamos tiempo para que el sabor de la banderilla dejase de arañarnos la saliva.

Anónimo dijo...

Algo ayudarían las naranjas a pasar las banderillas... Curiosa mezcla.