Porque no dejaron huella allí donde se amaban, el jardín de sus encuentros ha tenido que inventarse. Es el llamado "Huerto de Calixto y Melibea", oscuro y recoleto junto a la muralla salmantina. Sólo por la invitación a hojear (y ojear) de nuevo La Celestina, este rincón que evoca a quienes nunca fueron sino en la imaginación, se agradece.
"PARMENO Señor, porque perderse el otro día el neblí fue causa de tu entrada en la huerta de Melibea a le buscar, la entrada causa de la ver y hablar, la habla engendró amor, el amor parió tu pena, la pena causará perder tu cuerpo y alma y hacienda. Y lo que más de ello siento es venir a manos de aquella trotaconventos, después de tres veces emplumada.
CALIXTO. ¡Así Parmeno, di más de eso, que me agrada! Pues mejor me parece cuanto más la desalabas. Cumpla conmigo y emplúmenla la cuarta.
MELIBEA. ¡Oh mi Calixto y mi señor! ¡Mi dulce y suave alegría! Si tu corazón siente lo que ahora el mío, maravillada estoy cómo la ausencia te consiente vivir… Haz de manera como luego le pueda ver, si mi vida quieres.
CELESTINA. Ver y hablar.
MELIBEA. ¿Hablar? Es imposible.
CELESTINA. Ninguna cosa –a los hombres que quieren hacerla- es imposible".
CELESTINA. Ver y hablar.
MELIBEA. ¿Hablar? Es imposible.
CELESTINA. Ninguna cosa –a los hombres que quieren hacerla- es imposible".
Fernando de Rojas, La Celestina
3 comentarios:
:) hojear y ojear :)
Primera visita a tu fino blog. Habrá que volver. Un saludo.
:) Icíar
Blanco, gracias por la fineza. Espero tu regreso. Yo estoy a punto de iniciar un viaje por tu blog.
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