Ana Ozores se aburre. Y no es para menos, con la que está cayendo en Vetusta. Una burguesía insulsa entre el indiano sin pedigrí y el aristócrata venido a menos. Mediocridad e hipocresía, por usar sólo dos de los rasgos que me vienen a la cabeza. Y no porque me sepa el libro de memoria. Es que hay cosas que no cambian. Y ella, de Don Fermín a Don Álvaro, y ellos, con hambre caprichosa de su alma o de su cuerpo.
No sé si era a ésto a lo que se refería Proust con aquello de los placeres y los días, que siempre me ha sonado como a algo que está muy bien, pero que va muy lento.
Vetusta no da más de sí: ruina y deterioro de una orgullosa y decadente ciudad, que a duras penas oculta su trastienda. Aunque sabemos que Clarín hace trampas: ha prescindido deliberadamente de Santullano, de San Miguel de Lillo, del palacio del Naranco, caminos por los que hoy nos acercamos a la ciudad.
"Cuando llegaba un forastero, se le enseñaba la torre de la Catedral, el Paseo de Verano y, si era posible, la sobrina de los Ozores. Eran las tres maravillas de la población"
"Vetusta era su pasión y su presa (...) La conocía palmo a palmo, por dentro y por fuera, por el alma y por el cuerpo, había escudriñado los rincones de las conciencias y los rincones de las casas. Lo que sentía en presencia de la heroica ciudad era gula"
2 comentarios:
Asturias es uno de esos lugares en los que más a menudo me pierdo.
¿y no habrás acabado en la vecina Galicia, alguna vez, sin enterarte?
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