vividos, viajados o sencillamente imaginados






jueves, 23 de octubre de 2008

morriña


Morriña, como el gato que quería ser león...


“Cuando un hombre consigue llevar a la fraga un alma atenta, vertida hacia afuera, en estado –aunque transitorio- de novedad, se entera de muchas historias. No hay que hacer otra cosa que mirar y escuchar, con aquella ternura y aquella emoción y aquel afán y aquel miedo de saber que hay en el espíritu de los niños”.


"La fraga es ella misma un ser compuesto de muchos seres. Como la ciudad. Pero es más varia que la ciudad, porque en la ciudad el hombre lo es todo y su carácter se imprime hasta el panorama urbano, y en la fraga el hombre resulta apenas un detalle del que se puede prescindir.


Hasta no es muy seguro que el hombre sea también en la fraga la conciencia de la naturaleza, porque cuando el lagarto se queda inmóvil, como una joya verde y añil abandonada sobre una roca, o la urraca se detiene en un árbol a mirar con sus ojos pequeñitos los charcos que brillan y las hojas que tiemblan, o el penacho apretado y tierno de un pino de cuatro años se asoma sobre el tojo, podría jurarse que de alguna manera sienten en su sangre o en su savia la dulzura, el misterio y el encanto de aquel lugar”.

Wenceslao Fernández Florez, El bosque animado



El bosque se ha transplantado al cine en dos ocasiones. Hay una película de hombres y otra película de animales. Dos cintas que no se contradicen. Ambas reflejan la vida en el bosque, más aún, el particular universo gallego. En ambas la vegetación y el suelo, el aire y el agua resultan elementos comunes, aglutinantes, interlocutores. Afirma el escritor que el bosque está compuesto de muchos seres, pero esa mezcla sólo existe en la realidad y en la ficción literaria. El cine, honesto, sin recurrir a trucos rogget rabbit, ha tenido que desdoblarla. Supuestas carencias y querencias sentidas.

4 comentarios:

el zurdo dijo...

Hace unos pocos días (el sábado, en concreto) estuve con Casilda en pleno bosque de Rascafría, a medio llover, con helechos rozagantes y amarillos, y setas de sombrerillo gigante y líquenes abrigando troncos de árbol, y me ha hecho gracia la sincronicidad de tu entrada.
En Japón, en Ordesa o en Rascafría, Casilda y su cámara han disfrutado como enanas empapándose de umbría y verde. Y yo también, claro.

Anónimo dijo...

Me ha encantado lo de helechos rozagantes. Cuando te pones poeta...
Merlos

rubén dijo...

Como decía hace poco Reig:

"En el campo, soy analfabeto, no veo nada. Para mí todo son árboles y pájaros, nada de estorninos y golondrinas o alcornoques y rododendros. Para mí el paisaje es como si estuviera escrito en jeroglíficos: no sé leerlo."

...

A mí me pasa lo mismo, lo que no me impide disfrutar de estas fotos. El libro, es imperdonable, no lo he leído. Tengo Volvoreta esperando en la mesita, y después me pongo con él.

Anónimo dijo...

Algo de eso puede pasar, pero existe una gran diferencia entre la percepción biológica y la geográfica, cada una con su estética. Aun así me voy esforzando, porque el bloqueo puede llegar incluso en las lecturas -espinos y miosotis de Proust-. De momento ya distingo un castaño de Indias de un liquidámbar, p. ej. :)

No hace una semana pillé Volvoreta muy barata, de ocasión, pero aún no está en parrilla de salida, tendrá que pedir vez.

Merlos