Invierno.
El cauce del Tajo nos ha llevado a Lisboa.
Y como le sucede a Santiago Biralbo, hemos adivinado la ciudad antes de encontrarla por vez primera. Es una Lisboa anticipada, leal a sus promesas.
“Los nombres, como la música, me dijo una vez Biralbo con la sabiduría de la tercera o cuarta ginebra, arrancan del tiempo a los seres y a los lugares que aluden, instituyen el presente sin otras armas que el misterio de su sonoridad. Por eso él pudo componer la canción sin haber estado nunca en Lisboa: la ciudad existía antes de que él la visitara igual que existe ahora para mí, que no la he visto, rosada y ocre al mediodía, levemente nublada contra el resplandor del mar, perfumada por las sílabas de su nombre como de aliento oscuro, Lisboa”.
“Nunca dejaba de buscarla y casi nunca pensaba en ella. Del mismo modo que a Lisboa la niebla y las aguas del Tajo la aislaban del mundo, convirtiéndola no en un lugar, sino en un paisaje del tiempo”
El cauce del Tajo nos ha llevado a Lisboa.
Y como le sucede a Santiago Biralbo, hemos adivinado la ciudad antes de encontrarla por vez primera. Es una Lisboa anticipada, leal a sus promesas.
“Los nombres, como la música, me dijo una vez Biralbo con la sabiduría de la tercera o cuarta ginebra, arrancan del tiempo a los seres y a los lugares que aluden, instituyen el presente sin otras armas que el misterio de su sonoridad. Por eso él pudo componer la canción sin haber estado nunca en Lisboa: la ciudad existía antes de que él la visitara igual que existe ahora para mí, que no la he visto, rosada y ocre al mediodía, levemente nublada contra el resplandor del mar, perfumada por las sílabas de su nombre como de aliento oscuro, Lisboa”.
“Nunca dejaba de buscarla y casi nunca pensaba en ella. Del mismo modo que a Lisboa la niebla y las aguas del Tajo la aislaban del mundo, convirtiéndola no en un lugar, sino en un paisaje del tiempo”
“Lo sorprendió la transparencia del aire, la exactitud del rosa y del ocre en las fachadas de las casas, el unánime color rojizo de los tejados, la estática luz dorada que perduraba en las colinas de la ciudad con un esplendor como de lluvia reciente”.
Antonio Muñoz Molina, El invierno en Lisboa
6 comentarios:
el enlace correcto al luminar es:
http://luminar21.blogspot.com/
A Casilda y a mí nos parece muy interesante esa mezcla de imágenes y evocación textual. Por cierto, queremos ir a Lisboa en un futuro no lejano.
Gracias por vuestro saludo (el primero, espero que no el único).
Lisboa no decepciona. Es una de las ciudades que mejor se deja mirar, y sin embargo no entra con facilidad. Como sucede con algunas personas de extraño carácter, hay que adentrarse en ella para percibirla.
Lisboa no es una ciudad, es un recuerdo de juventud compartido contigo.
Lisboa son cuestas que te cuestan, que te acuestan, que te ríen, que te dejan caer suave como si fueras el eco del último tranvía que pasó por tu lado... sin haberlo escuchado nunca antes, Lisboa suena a fado, es cierto. Lisboa es un río al que no le dejan volverse atrás y se desparrama muy lento hacía el camino de las Indias de antaño. Lisboa es un puente inmenso desde que el se mira a sí misma. Lisboa son calles que te piden volver cuando le das la espalda. Lisboa siempre tiene a mano un pañuelo con el que despedirte... hasta que vuelvas.
,,y se come de cine, y barato, y es lo que queda de España,,
y las mujeres no se chamuscan contra el asfalto, ,andan a un palmo de él.telúricas,,porque la idiosincracia de ellas es su amabilidad telurica, ; Tb de ellos,de esas gentes,,sencillas,,¿ porque no?
anónimo último ¿acabas de volver de Lisboa? comparto los comentarios ¿y ese puntuar a lo Bukowski?
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