Es el mismo lugar, el Cañón del Río Lobos. Ayer se asemejaba a un paisaje inventado de los de Friedrich. Hoy recuerda a Monet en sus colores, y más allá, a Ofelia según Millais, invisible ahora bajo el agua. Los nenúfares, pompas fúnebres de adolescentes, invitan a las criaturas a pasar al otro lado de la vida. Jóvenes que no se suicidan. Que se dejan arrastrar por la corriente, nada más.
"Y es desde hace ya miles de años que la triste Ofelia
pasa, fantasma blanco, sobre el largo río negro.
Y es desde hace ya miles de años que su dulce locura
murmura su romance en la brisa de la noche.
El viento besa sus senos y despliega en corola
sus grandes velos mecidos blandamente por las aguas;
los sauces temblorosos lloran sobre su espalda,
sobre su gran frente soñadora se inclinan las cañas.
Los neúfares heridos suspiran a su alrededor;
ella despierta a veces, en un aliso que duerme,
algún nido, del que se escapa un leve temblor de ala:
-un canto misterioso cae de los astros de oro".
Arthur Rimbaud, Ofelia
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