Bearn. El itinerario de esta novela tiene su punto de partida en la isla de Mallorca, aunque con etapas comunes a las de Marcel Proust o Anatole France. Si Proust no sale de Francia pero piensa en Venecia, si los protagonistas de La Azucena Roja evocan sucesivamente Venecia o Roma, para vivir su historia en Florencia y regresar a París, el señor de Bearn desde el ángulo de su propiedad mira a París y a Roma. Escenarios compartidos, casi épocas, el Imperio de Napoleón III y sus fechas inmediatas, el trasfondo del caso Dreyfus, el gran mundo de París. Un mismo momento histórico.
Y allí, el amor no es más que un medio de transporte sobre el que se extiende el poso de los momentos vividos, esa forma de felicidad concentrada de todas las historias tortuosas. El tiempo es guardián, y las casas, los hogares, recintos para la memoria. Por eso Bearn es también punto de llegada e inevitable encuentro.
Entonces entiendes que la sonrisa ha de residir en el mundo de los recuerdos. El tema de siempre, entre adioses y reconstrucciones: el paraíso perdido de Milton, el retorno a Brideshead, los horizontes perdidos que dice Battiato no regresan jamás. Y a pesar de que Horacio in illo tempore había desenredado todo con una frase (gracias, Villalonga).
Intento desde el optimismo que los paraísos no sean perdidos, a lo sumo pasados, pero definitivamente instalados en el mundo de los recuerdos del que somos dueños, y en el mundo de lo imaginado (inseparable del anterior, donde lo que hemos olvidado lo inventamos, que me dice Álvaro que es precisamente lo más personal -y yo entiendo real).
Y así pasan los días. Mientras el pasado crece en la fantasía, tu sonrisa se afianza en mi memoria.
Bearn tal vez sea el paraíso ansiado. Sin salir de casa."La verdad es que la existencia en Bearn era deliciosa. En estos parajes, donde habían sucedido tantas cosas ...nada parecía disonar....Bearn fue como una anticipación del Paraíso. ¡Cómo añoraré estos parajes cuando dentro de pocas semanas los deje para siempre! Y, sin embargo, Miguel, yo he sufrido aquí como no puede explicarse. Este paraíso no era para mí el definitivo, sino el terrenal, que el hombre acaba siempre por perder. Aquí creció el árbol del Bien y del Mal... En su serenidad no superada, ella habría conseguido en cualquier parte hacer revivir la sentencia del viejo Horacio: "De todos los rincones de la tierra, éste es el que mejor me sonríe".
... Bearn supo sonreir por espacio de veintidós años: casi una eternidad. Hoy, que lo miro ya desde lejos, es cuando comprendo que se trataba de un paraíso, porque en este mundo no existen más paraísos que los perdidos".
Lorenzo Villalonga, Bearn o a sala de las muñecas
8 comentarios:
Digamos que Bearn no deja de ser para don Antonio el lugar desde el que añora el paraiso perdido, que es Xima. Paraiso terrenal inalcanzable. En Bearn queda el paraiso tranquilo de doña Antonia, el de las memorias ya escritas y el del ajuste de cuentas con un pasado delicuescente
esa frase final, la suscribo absolutamente: me pregunto si es realmente de Ll. V. Creo que la tomó de alguien. Claro que eso es lo de menos, manías de especialista tiquismiquis; pero a mí me gusta hacer esas averiguaciones, como a otros les da por cultivar gusanos de seda
tu frase final (sin salir de casa) también la suscribo: no se ti das cuentade, sin haberlo deseado, te ha salido un paralelismo, no existen más paraísos que los perdidos ni más viajes que los interiores (les vouyages autour de notre chambre)
de Maistre, Pascal, seguramente el Cristo (entra en tu habitación…entra en tí mismo), la tradición es tan alargada como ilustre
besos
al
conoces los pastiches proustianos que publicó Ll. V. tienes la ref. en mi blog
Anónimo, el paraíso terrenal se le hizo inalcanzable a Don Antonio por culpa de Xima. No le quedó (como dices bien "en Bearn queda") más remedio que reconstruirlo y sustituirlo con lo que tenía (que no era lo que quería, por mucho que se empeñase), que sublimarlo con la escritura, y a ratos regodearse (porque así ajusta sus cuentas) en el pasado.Don Antonio no pudo evitar, de todos modos, que el paraíso perdido se le colase en casa.
Álvaro: ese viaje sin salir de casa sigue siendo uno de los referentes de este blog, lo que llamé carta de presentación, la primera de las entradas, deliberadamente sin foto, y para la que tomé una carta de H. Miller. •El paralelo si no lo he expresado de modo más claro, tal vez sea porque es una de esas ideas que tengo muy asimilada y con las que vivo sin darme cuenta. En cuanto a la frase posiblemente no sea de Villalonga, como dices, tenemos la sensación de que nos suena: hay ideas e incluso formas de expresarlas, que sin copiarse, se le ocurren a más de uno. Y en cuanto a las formas de viajar desde casa: en clave de humor, en un artículo, y a propósito de otro tema, un amigo me recordaba ayer a aquel Don Edgardo que se recorría media España desde el tren en que había convertido su cama (el de Jardiel Poncela en Eloísa está debajo de un almendro). Proust también tenía algo de "camero". La referencia de Villalonga y Proust en Hobby Horse no la encuentro.
Lo he puesto hoy.
lo he visto (como diez minutos después), pero una cosa es ver y otra saber cómo expesar las impresiones: dame tiempo (hablando de los que lo pierden para recuperarlo)
olvidaba darte las gracias, decirte cómo me alegra (más que halagar) y por supuesto poner la reseña http://alvaro-hobbyhorse.blogspot.com/2009/03/llorenc-villalonga.html
no me tienes que dar las gracias: ya me las das cada vez que escribes uno de los blogs más profundamente civilizados que conozco
A menudo, en el paraíso se muere uno de aburrimiento. Es después cuando lo elaboramos en nuestro recuerdo. Los viajes interiores están muy bien, pero cuanto más lejos de casa se hagan, mejor. Por cierto, el libro de Maistre me marcó a los 18.
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