"Torres y barbacanas, hermosísimos puentes de acceso a las ciudades, memoria de los arrabales y de la Morería o del Albaicín o barrio de los de Baeza, en Arévalo concretamente. Mas en Arévalo hay sobre todo una torre y un puente sobre el Arevalillo. El agua, cuando el Arevalillo la lleva, espejea los arcos apuntados y solemnes como los de una sumergida mezquita. Y la torre de San Martín, una iglesia que fue mezquita y en la que luego se celebró culto islámico y cristiano a la vez, es un precioso alminar desde donde el muhecín llamaba a la oración o alababa al Único con su melopea triste y litúrgica. Y mudéjar es la otra torre románica que hermana con ésta y a la vez con su atrio románico de piedra. Enfrente, al otro lado de la placita, Santa María adosada a la puerta de la muralla; e iglesia y puerta también mudéjares naturalmente. Por aquí jugueteó Juan de la Cruz, muchacho de "arrabal".
sábado, 31 de julio de 2010
la cruz verde
"Torres y barbacanas, hermosísimos puentes de acceso a las ciudades, memoria de los arrabales y de la Morería o del Albaicín o barrio de los de Baeza, en Arévalo concretamente. Mas en Arévalo hay sobre todo una torre y un puente sobre el Arevalillo. El agua, cuando el Arevalillo la lleva, espejea los arcos apuntados y solemnes como los de una sumergida mezquita. Y la torre de San Martín, una iglesia que fue mezquita y en la que luego se celebró culto islámico y cristiano a la vez, es un precioso alminar desde donde el muhecín llamaba a la oración o alababa al Único con su melopea triste y litúrgica. Y mudéjar es la otra torre románica que hermana con ésta y a la vez con su atrio románico de piedra. Enfrente, al otro lado de la placita, Santa María adosada a la puerta de la muralla; e iglesia y puerta también mudéjares naturalmente. Por aquí jugueteó Juan de la Cruz, muchacho de "arrabal".
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Etiquetas: Arévalo, José Jiménez Lozano
sábado, 24 de julio de 2010
la ciudad perdida y no hallada
"Yo estaba indiscutiblemente en Castroforte, pero Castroforte no se hallaba en su sitio. Podía contemplar en perspectiva insólita lo que había sido el subsuelo de la ciudad, lo que, verosímilmente, volvería a serlo. No era una superficie lisa... había tumbas abiertas por debajo, y sótanos sin suelo, escaleras que terminaban en el aire, alcantarillas sin base (...) El orden en que aparecían las raíces revelaba el trazado de las alamedas, los cimientos de las estatuas, el centro de las plazas".
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Etiquetas: Betanzos, Gonzalo Torrente Ballester
domingo, 11 de julio de 2010
mensajes traviesos
Esperaré a un nuevo intento por restaurar vuestros mensajes, porque no siempre salen. Los tengo salvados por si he de recuperarlos a pedales. El blogger éste se lo pasa pipa a mi costa. Que se ponga a ver el partido, caray.
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viernes, 9 de julio de 2010
ganas de volver
"Nada es como es, sino como se recuerda" decía Valle Inclán, posiblemente antes de que Proust de vuelta al Combray de la infancia pensase "aquello ya no es lo que era".
Regresar a los lugares del pasado puede decepcionar. Pero yo no huyo de estos regresos. Hay mucho de la mirada hacia atrás en este blog. Insisto en volver a mi Getafe, tan trastocada hoy. Estos cambios a veces están dentro de nosotros: el tamaño de los lugares, de ciertos rincones, sobredimensionados cuando niños, te hacen sentir como Alicia en su país. Así me sigue sucediendo con La Carolina, el pueblo de mi padre y mis abuelos, que luego tanto habría de evocar cuando llegué a Aranjuez. Y con Elche, o Santiago de Compostela, o Sigüenza, mucho más abarcables que en mi infancia, incluso en mi primera juventud. Son estos lugares en los que viví sin vivir en unidades de tiempo. No huyo de estos lugares aunque en ellos alguna vez fuese feliz, a pesar de que el poeta aconseje no volver jamás (Vallejo, al César lo que es del César -que hay quien piensa que son versos de Sabina, claro que hasta le atribuyen el valleinclanesco "feo, católico y sentimental").
De hecho, tiendo a repetir destinos cuando viajo, me resulta tan apetecible un nuevo lugar como un viejo conocido. Ahora pienso en Lisboa. Y por supuesto, me encanta regresar a los lugares en que se ama. Aunque estén al lado, o sea el lugar mismo en que se vive. No hay miedo en ello. Sin tener en cuenta que el ayer sea ayer mismo. Es la sensación de tranquilizadora llegada como cuando lees "salida a Aranjuez".
Volver a esos lugares, a veces con la intención de cerrar una puerta abierta. Otras, de abrirla de nuevo.
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Etiquetas: Aranjuez, Getafe, La Carolina, Lisboa, Marcel Proust, Sigüenza, Valle Inclán