Tenía un asunto pendiente con ese castillo que apunta su proa a la costa y se atreve a desafiar al mar, tal vez porque las aguas asusten e intimiden menos desde esa altura en que parecen llanuras de estaño. Aunque después de tantos siglos allí encaramado lo más probable es que haya terminado entablando amistad con la roca y el horizonte, harto de tanto asedio, sed y viento, de que tanto hijo de ibero y romano, moro o cristiano le recorran las venas, antes de que franceses de tantas generaciones vengan a patearle las tripas. Tenía que rendir mis honores a este desgastado santo Job que hoy en su atalaya chumbera no está sino a verlas y verlos venir, restauradores, curiosos o turistas bienintencionados, lo que es una al fin y al cabo, por mucho que piense que visitar al enfermo es una obra de caridad.
@zurdmanway (LA PREGUNTA)
Hace 15 horas