vividos, viajados o sencillamente imaginados






jueves, 31 de diciembre de 2009

ahí queda eso


Camino del Museo de Bellas Artes hacemos una parada mañanera, lo suficientemente mañanera como para no pedir cerveza.
-Café, por favor.
–Ya verá. El café que hacemos aquí es de lo mejor. No es que yo lo diga. En Bilbao somos muy cafeteros.
No le falta razón.

Entra un hombre de paso que no quiere café. Se dirige al dueño:
- ¡Buon giorno, buon giorno! Hum... M***... hum... ¿Conoce M*** (el nombre de la cafetería, nombre de un pequeño lugar)? Bonita M***.
- Sí, muy bonita, pero esto es Bilbao.
El hombre de paso no recibe cuartelillo. Sale por donde ha entrado.

Continúa el dueño:
- Bilbao sí que está bonita. Hace unos años, mirabas allá abajo, a la ría, un pozo negro. Pero antes se vivía mejor. Esto es pequeño, aquí nos conocemos todos, los que somos de aquí, claro. Ahora hemos perdido el trato entre la gente.
-Eso pasa en otros sitios.
Seguimos hablando. A medida que aumentan las confidencias, desciende el volumen de su voz.

Es la ciudad que vio nacer a don Miguel de Unamuno, el que elevó a cuestión filosófica el término casticismo. Esta forma que tienen los bilbaínos de hablar de lo suyo –hay un matiz nada desdeñable que impide llamarlo jactancia- es muy parecida a la que se gasta ¿para qué ir más lejos? el vecino de Aranjuez.







“Qué ver. LUCES DE NAVIDAD.

La Navidad en Bilbao es algo más que los tradicionales días festivos marcados en el calendario. Y es que, en primer lugar, la sobriedad de la decoración navideña que adorna las calles ayuda a que a nadie le importe que esas luces azules, tan elegantes, permanezcan en el tiempo.



(…) Además, el hecho de que la capital vizcaína sea un “bocho” o agujero rodeado de montañas, sin posibilidad de expandirse (eso sí, en permanente transformación), convierte su oferta comercial en la más completa del norte de España. (…) Y en el periodo navideño o pre-navideño, donde el regalo manda, esa característica es un lujo al alcance de muy pocas ciudades.

Resumiendo, la Navidad bilbaína es como el propio Bilbao, sobria pero moderna, clásica y tradicional pero también rupturista, aspecto éste muy necesario para recordarnos que la ciudad pertenece por derecho al siglo XXI. Sólo hay que fijarse en el potente arco rojo que decora el puente de la salve (…) De día podría parecer un decorativo portal “kitsch” sin figurantes. Llegada la noche, rompe con su iluminación cualquier evocación clasicista”.


Bilbao. Guía noviembre-diciembre 2009 (Ed. Bilbao Turismo)

jueves, 24 de diciembre de 2009

dándole al pico

En esta “tertulia de aves para asar”, que dice Álvaro Cunquiero. Leyendo al ilustre de Mondoñedo, tal vez las ganas sean más de soñar que de comer.






“Estamos desplumando las aves que han de ser asadas para la fiesta navideña. Pintada, oca, pavo, pollo… O adobando el capón, maricuela afónica de las capoeiras de la Terrachá de Lugo.
(…)
Estas son las aves para asar en Navidad… No sé quién aseguró que los vikingos habían descubierto que los mejores asados se hacían a fuego de libros… Modernamente no se han ensayado esos fuegos, seducidas las gentes por las últimas novedades en electrodomésticos o en las cocinas de gas butano. Yo creo, de ser cierto lo del fuego de libros, que aparte lo que diese de sí la brasa del pergamino, añadiría algo al asado el latín litúrgico. La cocina es el máximo esfuerzo de la imaginación humana. Nadie lo dude.
(…)
Aunque Navidad sea día festero, de alegría sin sombras, y el alma inclinada a perdones y demandando caricias, la hora de la mesa hay que tomarla muy en serio. Conviene llegar al asado con apetito, consciente de que se está celebrando un rito. Castelo-Branco recomendaba ante el gran capón de Traz-os-Montes, plantado en el centro de su mesa miñota… se hiciese mentalmente la biografía del ave… Y más urgente será ahora la rememoración ésta, que ya hay mucha trampa en la cocina, las aves reciben alimentos de cosmonauta y nadie sabe lo que va a ser de estos casi sacros condumios navideños en el ya muy próximo año 2000…







Coman con pausa, remojen de cuando en cuando (…). Todo esto autoriza a un poco más de vino. (…) Y que toda la familia se siente a la mesa, tan irreprochablemente como en los tiempos antiguos, cuando eso que se llama la familia existía. Ambas cosas, asado y familia, forman parte de un orden, que yo me atrevería a llamar celestial”.

Álvaro Cunqueiro, La cocina cristiana de Occidente

viernes, 18 de diciembre de 2009

nieve nueva
























Que novedad, que desvelo
del arte, en cuya belleza
se atrevio naturaleza
a poner limite al cielo.
Que peregrinos jardines,
en quien lo menos parece,
que flor llamar se merece
los claveles y jazmines.
Que atenta hermosa espesura
y confusa amenidad,
adonde es la variedad
lo menos de la hermosura.








Que patria de Ruyseñores,
arboles que en toda fuente
el ya menos floreciente
es un Narciso de flores.
Que ni los bellos Pensiles,
donde Dizienbres airados,
y Eneros de nieve armados
no dexan de ser Abriles.
Que admiración natural,
que en dos rios se desata
una montaña de plata
y una selva de cristal".


Conde de Villamediana, La Gloria de Niquea














miércoles, 16 de diciembre de 2009

fuera de mapa (XI) Ramón del Valle-Inclán










La Mariblanca más blanca que nunca capea el temporal vuelta sobre sí, cruzada de brazos, en actitud más paciente que resignada, sin ni siquiera tomarse la molestia de cubrir sus piernas. El viento del sur despeja la cara. La nieve agazapada no logra ocultar lo escrito sobre la espalda. Aún no ha comenzado el invierno.








"Volvióse lentamente, como una niña enferma a quien ya no alegran los juegos:
-¿Qué mandaba usted, Señor Marqués?

En sus ojos de terciopelo parecía haber quedado toda la tristeza del paisaje. Yo le dije:
-Hermana Maximina, se abren las heridas de mi alma, y necesito alguno de tus bálsamos. ¿Cuál quieres darme?
-El que usted quiera.
-Quiero el de tus ojos".



Ramón del Valle-Inclán, Sonata de Invierno

sábado, 12 de diciembre de 2009

viajados pero contentos

"EDGARDO- ¿Le extraña a usted que yo lleve acostado, sin levantarme, veintiun años?
LEONCIO- No, señor. Eso le pasa a casi todo el mundo".



Viajes desde la cama (vale también mesa camilla). Proust y Onetti. Maistre. A veces el combustible es el insomnio, otras el mismo sueño, como el que conducía por mundos maravillosos a la abuela de Isaak Dinesen. Cuando no son caminos el futuro de las preocupaciones, el presente de un obsesión o el pasado reconstruido. Pero hoy, hoy... hoy cogemos las maletas con ánimo distinto.



Un guiño (no te gusta mucho esa expresión ¿verdad?) para los que echan de menos algo de humor (he tenido que tomarlo prestado) en estas páginas.
Y una felicitación-recomendación (según quien leyere) en torno a esta revista por humor al arte.






"FERMÍN.—(Mirando el reloj y alarmándose.) ¡Ahí va! Dos minutos para el tren de San Sebastián. Hay que arreglarlo todo en un vuelo. (Pone junto a la cama unas maletas y manipula en el «cine».)
LEONCIO.—(Siguiéndole.) Oiga, usted, ¿pero eso de San Sebastián era fetén?
FERMÍN.—¿El qué?
LEONCIO.—El viaje del señor.
FERMÍN.—Hombre, claro. Rara es la noche que no se va a algún lado... No ve que tiene toda clase de cosas para distraerse y a ratos hasta tira al blanco desde ahí, que por eso exige a su criado no le importen los tiros; pero llega un momento en que la cama le aburre, y necesita viajar.
LEONCIO.—Pero ¿sin moverse de la cama?
FERMÍN.—Sí, claro. De la cama no se mueve más que lo justo para que yo se la arregle por las mañanas. Y para estirar las piernas por aquí un ratillo, porque, si no, a estas horas ya estaría paralítico. ¿No ve que lleva así veintiún años?
LEONCIO.—¡Hay que ver!
FERMÍN.—Pues para viajar acostado es para lo que tiene usted que aprender los horarios y los trayectos ferroviarios. Porque el señor, a veces, se duerme viajando, pero uno tiene que estar ojo avizor toda la noche para tocar la campana al salir el tren de cada ciudad, que hay que hacerlo a la hora exacta; cantar los nombres de las estaciones y vocear las especialidades de la localidad.
LEONCIO.—Oiga usted, ¿y paran ustedes en muchos sitios?
FERMÍN.—La noche que el señor va en el correo, sí; pero otras noches, que tiene prisa, coge el rápido, y entonces la cosa es llevadera.
LEONCIO.—Y con este aparato, ¿qué hay que hacer?
FERMÍN.—Esto es para proyectar vistas de los sitios principales por donde se pasa. (Se acercan ambos a la linterna.) ¿Ve? (Enseñándole una caja.) Aquí están las del itinerario de San Sebastián, numeradas y por orden de proyección... (Mirando el reloj.) ¡La hora! Vamos allá. Siéntese usted ahí y fíjese bien en todo para que aprenda pronto...
(Toca el resorte de la pared y la especie de persiana de madera se levanta, descubriendo la cama, donde Edgardo está leyendo un libro.)
EDGARDO.—¿Qué? ¿Ya es la hora?
FERMÍN.—Sí, señor. Van a dar la salida.
EDGARDO.—¿Tiene los billetes? ¿Has facturado los equipajes?
FERMÍN.—Sí, señor. Y aquí lo bultos de mano. Todo está en regla, señor.
EDGARDO.—¿No ha venido nadie a despedirnos?
FERMÍN.—No, señor.
EDGARDO.—Mejor. Las despedidas son siempre tristes.
LEONCIO.—(Que contempla la escena asombrado y sentado en un sillón. Aparte.) ¡Chavó, qué imaginación!
FERMÍN.—(Toca un pito, la campana, y luego una sirena.) Ya salimos, señor.
EDGARDO.—¡Andando! Llevamos muchísimo retraso, pero lo ganaremos mañana en Alsasua. Voy a echar una cabezadita hasta Villalba.
FERMÍN.—Hay parada en La Navata, señor.
EDGARDO.—Bueno, pero si voy dormido, no me despiertes. (Se reclina en la almohada y cierra los ojos.)
LEONCIO.—(Aparte.) Y viajando así no habrán descarrilado nunca, claro... (Fermín se le acerca, sentándose en otro sillón.)
(…)
FERMÍN.—Y viajar con el señor tiene sus ventajas, porque uno está autorizado a sentarse aquí toda la noche y a comer y a beber a discreción los productos de cada sitio por donde pasa. Yo, en el último viaje que hicimos por Galicia, me harté de langosta y de vino del Ribeiro".



Enrique Jardiel Poncela, Eloísa está debajo de un almendro

lunes, 7 de diciembre de 2009

pompas verdes


Es el mismo lugar, el Cañón del Río Lobos. Ayer se asemejaba a un paisaje inventado de los de Friedrich. Hoy recuerda a Monet en sus colores, y más allá, a Ofelia según Millais, invisible ahora bajo el agua. Los nenúfares, pompas fúnebres de adolescentes, invitan a las criaturas a pasar al otro lado de la vida. Jóvenes que no se suicidan. Que se dejan arrastrar por la corriente, nada más.





"Y es desde hace ya miles de años que la triste Ofelia
pasa, fantasma blanco, sobre el largo río negro.
Y es desde hace ya miles de años que su dulce locura
murmura su romance en la brisa de la noche.
El viento besa sus senos y despliega en corola
sus grandes velos mecidos blandamente por las aguas;
los sauces temblorosos lloran sobre su espalda,
sobre su gran frente soñadora se inclinan las cañas.
Los neúfares heridos suspiran a su alrededor;
ella despierta a veces, en un aliso que duerme,
algún nido, del que se escapa un leve temblor de ala:
-un canto misterioso cae de los astros de oro".



Arthur Rimbaud, Ofelia

miércoles, 2 de diciembre de 2009

escalas





Hay dulzura entre las piedras inmortales. Agresividad y ternura en esa invitación a meterse en boca de, de este Cañón del Río Lobos. Aquí la iglesia (obra templaria, único vestigio del cenobio primitivo) tiene un nosequé de certificado de misterio, aunque carece del poderío sobre el paisaje del que hace gala la de Segovia. Ni el templo pétreo - ingenuo y bienintencionado- que levanta el hombre, ni mucho menos el hombre mismo, pueden competir con la naturaleza. La reducida escala del individuo obliga a cambiar el "ante" la naturaleza por el "dentro de". Es esta misma naturaleza la que en su prodigalidad dialoga con la caducidad humana: los dos olmos secos de perenne invierno.


"La idea de referirse a la historia del universo como a la del hombre, y de hallar únicamente relaciones y acontecimientos humanos, es una idea difundida en todas partes y que, en el transcurso de los años más diversos, resurge sin cesar, bajo la apariencia de nuevas imágenes; puede decirse que siempre ha ejercido, más que otra cualquiera, una influencia maravillosa y una fuerza de persuasión muy grande. El carácter accidental de la naturaleza parece también unirse de por sí a la idea de personalidad humana y, de ese modo pudo ser entendido más fácilmente. Por tal razón, fue la poesía el instrumento favorito del amigo de la naturaleza; y en los poemas es donde más claramente se ha manifestado el espíritu de la misma. (…) El que quiere conocer su alma, a fondo, debe buscarla en compañía del poeta, pues sólo así se manifiesta y su corazón maravilloso se prodiga. Pero aquél que no lo ama de todo corazón, y sólo la admira y la busca en sus detalles, ése, debe visitar cuidadosamente sus hospitales y sus osarios.


(…)¿Crees que interpretas lo que significa el humor de la Naturaleza? ¿Cómo es posible que, siendo joven aún, no sientas en tus venas el orden de la juventud? ¿No llenan el amor y el deseo, tu pecho? ¿Cómo puedes permanecer en la soledad? ¿Es acaso la Naturaleza solitaria? La alegría y el deseo huyen del que está solo; y, ¿para qué sirve la Naturaleza, sin deseo? Este último únicamente entre los hombres vuelve a encontrar su patria, el espíritu, el cual, bajo mil colores variados, penetra en los sentidos y rodea como una amante invisible".

Novalis, Los discípulos en Sais

lunes, 30 de noviembre de 2009

casi oculta




Ayer se me aparecía de sobremesa en casa de castellana vieja.
Nunca había reparado en esta otra manera de tenerla a la vista.



martes, 24 de noviembre de 2009

no está sola














A Segovia llegué (más bien me llevaron) siendo aún muy niña. La visión infantil y fantástica del castillo me anunció que el arte y la arquitectura me acompañarían desde entonces. Hubo luego otras visitas. En 1985 cambié aquel cromo de cuento por la imagen de la Vera Cruz y Zamarramala. Las fotografías que tomé ofrecían vistas muy parecidas a las de ahora, pero sin clables de alta tensión ni adosados en la cresta de la ola castellana, aunque el camino ya hacía años que había dejado de ser blanco y polvoriento, para mostrarse amazacotado y gris.

La Vera Cruz. Fue entonces la única vez que estuve dentro de ella, aunque cuando vuelvo a Segovia me dirijo hacia allí. A escondidas, en la distancia, no dejo de contemplarla como si fuese mi Doña Inés, mas sin atreverme a cortejarla.







"Diego el de Garcillán viene todas las tardes a la terraza del Alcázar. Desde el antepecho de piedra, por la parte que da al Eresma, contempla el panorama. … No está solo el poeta. En la visión que el viajero se forma de Segovia, rebullen en caos magníficos todos los monumentos de la ciudad. La mente se llena de palacios, capillas, arcos, capiteles, rejas, ventanas, torres, retablos. Sobre la masa espléndida de monumentos, surgen el Acueducto, el Alcázar, la Catedral, San Esteban, las puertas de San Andrés y de los Caballeros. La imaginación, deslumbrada, en horas de recuerdo va de una maravilla a otra. No podemos poner al pronto orden y sosiego en la admiración. Todo el conjunto de primores arquitectónicos aparece en un plano uniforme.

(…) No está solo Diego el de Garcillán en la explanada del Alcázar. La iglesita románica de la Vera Cruz se alza allá en un terrero, al lado de un sequeral castellano, pasada la arboleda del Eresma. Ante la puerta principal del templo, pasa un camino blanco. La otra puerta, junto a la torre, es chiquita. El camino se aleja culebreando, polvoriento, hacia un poblado que emerge en el horizonte –Zamarramala-.
(…) La iglesita, aislada, limpia, solitaria, sin edificaciones aledañas, se levanta al lado del camino sinuoso, en la tierra polvorienta castellana. El camino se aleja blanco hacia el pueblecito. ¿Va a estar solo en la vida Diego el de Garcillán, solo como esta iglesita? La iglesita románica le acompaña en sus horas de meditación. ¿Llegará a ser también el poeta singular en su arte, dichosamente singular, como la iglesita románica?

Azorín, Doña Inés

jueves, 19 de noviembre de 2009

el jardín inventado

Porque no dejaron huella allí donde se amaban, el jardín de sus encuentros ha tenido que inventarse. Es el llamado "Huerto de Calixto y Melibea", oscuro y recoleto junto a la muralla salmantina. Sólo por la invitación a hojear (y ojear) de nuevo La Celestina, este rincón que evoca a quienes nunca fueron sino en la imaginación, se agradece.



"PARMENO Señor, porque perderse el otro día el neblí fue causa de tu entrada en la huerta de Melibea a le buscar, la entrada causa de la ver y hablar, la habla engendró amor, el amor parió tu pena, la pena causará perder tu cuerpo y alma y hacienda. Y lo que más de ello siento es venir a manos de aquella trotaconventos, después de tres veces emplumada.
CALIXTO. ¡Así Parmeno, di más de eso, que me agrada! Pues mejor me parece cuanto más la desalabas. Cumpla conmigo y emplúmenla la cuarta.













MELIBEA. ¡Oh mi Calixto y mi señor! ¡Mi dulce y suave alegría! Si tu corazón siente lo que ahora el mío, maravillada estoy cómo la ausencia te consiente vivir… Haz de manera como luego le pueda ver, si mi vida quieres.
CELESTINA. Ver y hablar.
MELIBEA. ¿Hablar? Es imposible.
CELESTINA. Ninguna cosa –a los hombres que quieren hacerla- es imposible".





Fernando de Rojas, La Celestina

jueves, 12 de noviembre de 2009

erre que erre

Ir de raro por la vida. Errante ¿o errando?


"Ese poeta no era inhumano. Era ignorante como casi todos los hombres con cultura. Lo que choca en ellos es que siempre quieren ser sencillos y jamás despejan una sola complicación. Si les toca escoger entre el bistec ylos pepinillos, verás que suprimen el bistec y se quedan con los pepinillos. Si les toca escoger entre un prado y un auto, sacrifican el prado. ¿Sabes por qué? No sacrifican más que lo que les une a los demás hombres. Ve a comer con un millonario que pertenezca a una liga prohibicionista y no verás nunca que haya suprimido los entremeses ni los cinco entrantes, ni siquiera el café. Pero habrá suprimido el oporto o el jerez, porque los pobres lo beben como los ricos. Sigue observando y verás que no suprime los cubiertos de plata, pero en cambio ha suprimido la carne porque a los pobres les gusta... ¡cuando pueden incarle el diente! Luego verás que no ha abolido los jardines lujosos ni las mansiones suntuosas. ¿Por qué? Porque son cosas vedadas a los pobres. Pero presumirá de levantarse temprano, porque el sueño es un bien que está al alcance de todas las fortunas. Es prácticamente lo único que todo el mundo puede disfrutar. Pero nadie oyó decir que un filántropo renuncie a la gasolina, a su máquina de escribir o a sus criados. ¡Ni loco! Sólo se priva de las cosas simples y universales. Renuncirá a la cerveza, a la carne o al sueño... porque esos placeres le recuerdan que no es más que un hombre".



G. K. Chesterton, La taberna errante

más erres

Cerrar, ladrar.






"¡Cuidado, no sea que vuestro destino se resuelva en la taberna! ¡Cuidado, no sea que los ingleses vayan a juzgaros al mismo sitio en que se reúnen a menudo para hablar sobre otros cadáveres y otras cuestiones: en un bar! ¡Cuidado! No sea que la última taberna que subsista al fin, cerrada y evitada como un lugar de perdición, sea ésta en que estoy bebiendo esta noche, simplemente porque es la peor taberna de la ciudad. Ten cuidado, no sea que este sitio en que estamos ahora acabe teniendo la misma fama que los tugurios en que los marinos se embriagan y las muchachas se echan a perder. .. Ya veremos, como dijo el viejo cervecero, si habrá algún perro que ladre cuando os vayáis... "

G. K. Chesterton, La taberna errante

viernes, 6 de noviembre de 2009

leyenda negra




No me gusta que me cuenten mal cómo fueron las cosas. Digamos simplemente que las leyendas negras no me las creo.




Y aunque alguna vez me he preguntado si había llegado el final, siempre he respondido "no". No es que no quiera, simplemente me niego a que se acaben los días de Aranjuez. Aún tenemos la sensibilidad intacta y los deseos despiertos.






"Pasaron los hermosos días de Aranjuez, y Vuestra Alteza va a dejarnos sin haber recobrado su alegría. De modo que en vano habremos permanecido aquí. Romped vuestro enigmático silencio, abrid vuestro corazón, Príncipe".

Friedrich Schiller, Don Carlos

viernes, 30 de octubre de 2009

la tradición





Perdida, desdibujada, borrada por el maremagnum en que nos han convertido el mundo.
Son las historias de mesa camilla y brasero, las gachas para taponar las puertas de los poco dadivosos, los huesos de santo transformados en mazapán para osados.
Son los cuentos de Gustavo Adolfo Bécquer o Villiers de L'Isle Adam, también de Allan Poe o Washington Irving (europeos de adopción), que frenan justo en el límite de lo desagradable y lo tétrico, sugerentes y misteriosos, menos obvios que las truculencias de importación.
Son nuestra fiesta de Todos los Santos, y más cercana aún (algún día nos festejarán) el gran día de los Difuntos.




"La noche de difuntos me despertó a no sé qué hora el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.
Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato me decidí a escribirla, como en efecto lo hice.
Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche".



"La alta chimenea gótica del palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor iluminando algunos grupos de damas y caballeros que alrededor de la lumbre conversaban familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón.
Las dueñas referían, a propósito de la noche de difuntos, cuentos tenebrosos en que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel; y las campanas de las iglesias de Soria doblaban a lo lejos con un tañido monótono y triste".




"Ese monte que hoy llaman de las Ánimas, pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río. (...) Dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Ánimas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche".
Gustavo Adolfo Bécquer, El Monte de las Ánimas

viernes, 23 de octubre de 2009

nereidas

No era una isla del Egeo, ni Nereo el Dios Padre. Llegaron a Samos siguiendo el cauce de leche, con las vieras por escamas, camino de Santiago; sin caderas, marcado el talle bajo, el cuerpo tatuado y las piernas inmóviles bajo el disfraz marino. Y dispararon sus pechos de piedra mientras murmuraban con sus bocas de agua. Y no les importó el error. Galicia también las hizo hijas suyas, desde su humedad y su mito.


“Siendo quien soy, amigo de las fabulosas imaginaciones, me acerco al patio en que está la fuente de las Nereidas. (…) Si la fuente ésta, en vez de ser gracia barroca, fuese invención medieval, de los días de las famosas peregrinaciones, ¡qué de leyendas no hubiesen podido surgir en el camino!”




"Y cuando los peregrinos hayan abandonado el camino de los montes y saluden alegres los valles pratenses, el monasterio de San Julián puede y debe ser la hospedería impar, el día de reposo soñado. Todo lo tiene Samos, desde el silencio sosegador del estrecho valle hasta la emocionada perfección de las ceremonias litúrgicas, el prestigio de la gran historia, el atractivo de la cultura monacal..."


Álvaro Cunqueiro, A vísperas en Samos

sábado, 17 de octubre de 2009

bosque diminuto




 


Lija placentera en mejilla de varón, alfombra sobre el pecho, destellos de una axila, cojín para las ingles, una nuca tras la poda. “El musgo es el peluquín de las piedras”, decía Ramón Gómez de la Serna.
Aleixandre lo encontró en el vientre sosegado. Es el musgo que ambienta los parajes tétricos de Villiers o Poe y tapiza la melancolía de Machado y Bécquer. Es el oficio de escribir para Valente. El tiempo que pasa de Lorca. El musgo, de Baudelaire a Rimbaud.
Musgo palpado, conocido, prendido para siempre entre los dedos.











Dime pronto el secreto de tu existencia;
quiero saber por qué la piedra no es pluma,
ni el corazón un árbol delicado,
ni por qué esa niña que muere entre dos venas ríos
no se va hacia la mar como todos los buques.
Quiero saber si el corazón es una lluvia o margen,
lo que se queda a un lado cuando dos se sonríen,
o es sólo la frontera entre dos manos nuevas
que estrechan una piel caliente que no separa.
Flor, risco o duda, o sed o sol o látigo:
el mundo todo es uno, la ribera y el párpado,
ese amarillo pájaro que duerme entre dos labios
cuando el alba penetra con esfuerzo en el día.
Quiero saber si un puente es hierro o es anhelo,
esa dificultad de unir dos carnes íntimas,
esa separación de los pechos tocados
por una flecha nueva surtida entre lo verde.
Musgo o luna es lo mismo, lo que a nadie sorprende,
esa caricia lenta que de noche a los cuerpos
recorre como pluma o labios que ahora llueven.
Quiero saber si el río se aleja de sí mismo
estrechando unas formas en silencio,
catarata de cuerpos que se aman como espuma,
hasta dar en la mar como el placer cedido.

Vicente Aleixandre, Quiero saber


lunes, 12 de octubre de 2009

tópicos

"Cuando se trata de la Edad Media es preciso señalar, con algunas frases bien elocuentes, que, a despecho de la caballería, la cortesía y las catedrales, las gentes de la época eran hombres viles, brutales e ignorantes; los señores eran crueles, el clero disoluto, el pueblo miserable y hambriento. Si no se hace así, se pasa por ingenuo (...) Quien cae en este error, oirá recordar, con indulgente sonrisa, que la Edad Media estaba lejos de ser una época "idílica". Con lo que no se sabe muy bien dónde está la ingenuidad, pues, ¿hubo alguna vez una época que pueda calificarse de idílica? (...)
Se podría, a lo sumo, observar que lo que distingue una época de otra es la escala de valores. Así en el siglo XIX, el mismo término "valores" designa las acciones que pueden cotizarse en Bolsa; en la Edad Media se desgina con dicha palabra la estima que sus hazañas valen al caballero, su porte, su coraje, etc. (...)
En todo caso, nos hemos abstenido de adoptar el tono de censor murum y nos disculpamos por faltar así a la costumbre. El lector podrá desempeñar este papel si así lo desea.
A no ser que al ver lo que nos enseñan los documentos se sienta, como nos ha ocurrido a nosotros, menos inclinados a juzgar que a tratar de comprender".
Régine Pernoud, Leonor de Aquitania



Es el cine quien por nosotros, hijos del siglo XX, ha puesto cara a Leonor de Aquitania. Y es muy posible que éste haya sido el camino por el que he llegado a una biografía escrita en los años sesenta y que ha sido reeditada por Acantilado en el mes de junio. Nada que ver con la novela histórica. Es un trabajo de investigación novelado, donde la buena escritura hace amenos los datos. Una obra de análisis y de reflexión en la que la autora Regine Pernoud nos presenta una Edad Media, como cualquier edad de la historia del hombre, de luces y sombras, rompe la mirada romántica a aquel pasado, y nos desvela, tras el nombre de una mujer, una realidad aún más fascinante.

Leonor de Aquitania ejemplifica el espíritu y el carácter de una época. Más que por sus obras y logros, por estar en el vórtice de uno de los periodos más intensos de la Edad Media. Siglo XII. Política, viajes, música, intrigas, amores, poder. Reina por partida doble (esposa de Luis VII de Francia, luego de Enrique II de Inglaterra), madre de Leonor de Aquitania (la que casó con Alfonso VIII de Castilla e introdujo en la Península el primer gótico), de Ricardo Corazón de León y de Juan sin Tierra. Mantiene el pulso político al abad Suger o a Thomas Beckett. Ve cómo se inician las peregrinaciones a Canterbury y se levantan las primeras catedrales góticas. Participa en las Cruzadas. Su época es la de la pérdida de Jerusalén. Y también la de los legendarios Robin Hood y el sheriff de Nottingham. Reina de trovadores, en su corte maduran los cantares de amor cortés y resucita la leyenda de Arturo, punto de partida del conocido ciclo. Mujer itinerante, fueron etapas de su vida Burdeos, París, Poitiers, Chinon, Jerusalén, Londres, Salisbury, Canterbury, Castilla, Sicilia, Bizancio...

No es necesario ser aficionado a la historia para conocer estos hechos. Todos han alimentado la iconografía contemporánea del tópico medieval ya iniciado en el siglo XIX. Ahí, sin salir del cine, la época y los escenarios donde vivió y reinó Leonor de Aquitania desfilan en la pantalla: Tomas Beckett (Peter O’ Toole y Richard Burton), todas las versiones de Robín de los Bosques y los episodios de Arturo y su Corte, que han conmovido incluso a la factoría Disney; y película entre películas, la menos canónica, León en Invierno (Catherine Hepburn).

“Una vida de película”: la frase manida encierra una verdad. Del mismo modo que la protagonista, Leonor de Aquitania, ilustra una Edad Media más cierta.

jueves, 8 de octubre de 2009

el inconsciente de la ciudad



Una tarde de 1990 una monja de Santo Domingo el Antiguo, de espaldas a la tumba de El Greco, entre niñosjesuses con las potencias de metal al aire y el sexo de escayola bajo encajes, una monja confiada y jovial, intentaba convencerme de que no estaban tan alejadas del ultramundo, el nuestro, el de los que estamos fuera. Yo no había preguntado. El argumento fue sorprendente y anacrónico hasta la perfección: pues claro que sabían que el mundial del 82 se había celebrado en España. La historieta no es inventada, aunque suene a anuncio de televisión. Tal vez por la vía menos ortodoxa pude asomarme a la verdad de Toledo. Ahí estaban la invitación involuntaria de las Tres fechas -con sus tres celosías- de Bécquer; el Toledo oculto y el Toledo aparente que Torres Balbás hayó bajo escuadra y cartabón; pero sobre todo, el pulso de vida que Gregorio Marañón supo tomar a estos claustros y clausuras.



“De esas horas de paz inefable, por el Toledo nuestro, el de cada uno, el que nosotros poblamos, como todos los lugares de ensueño, con habitantes imaginados, como a nosotros nos parece que debían ser, que casi nunca es como son; de esas horas de paz, no pocas las he pasado en los conventos de monjas.
Y he pensado muchas veces que, en efecto, estos conventos esparcidos por el laberíntico y noble caserío toledano, representan la parte esencial y permanente del alma de la ciudad, la transida universalidad inagotable; precisamente porque son tan de allí que más que la conciencia de Toledo son su verdadera subsconciencia. La conciencia de una ciudad la forman los palacios, los templos suntuosos; en Toledo, sobre todo, la Catedral. Esta conciencia representa, sí, el alma de Toledo; pero siendo tan suya tiene mucho de lo que le es extraño, de todo lo que ha fluido desde fuera para formar la vieja urbe: lo romano, lo árabe, lo israelita, lo mediterráneo; todo lo que se llama universal, que puede ser y es maravilloso, pero que es transitorio y perecedero; a la larga, arqueología.
En la subsconciencia de Toledo, como en la de los hombres, está, en cambio, lo instransferiblemente suyo, lo que no se debe a ninguna influencia que no sea rigurosamente autóctona, lo que allí nació y no puede ser más que de allí; lo que por ser puro espíritu no se convierte nunca en pasado.
El que entre en un convento de religiosas de la vieja ciudad se dará cuenta de que cuanto es radicalmente toledano, universal y permanentemente toledano, está en ese ámbito reducido y humilde, vago y tenue, como diluido en una nube de incienso; pero exacto e íntegro, sin que le falte ni le sobre absolutamente nada”.


Gregorio Marañón, Elogio y nostalgia de Toledo