vividos, viajados o sencillamente imaginados






sábado, 12 de diciembre de 2009

viajados pero contentos

"EDGARDO- ¿Le extraña a usted que yo lleve acostado, sin levantarme, veintiun años?
LEONCIO- No, señor. Eso le pasa a casi todo el mundo".



Viajes desde la cama (vale también mesa camilla). Proust y Onetti. Maistre. A veces el combustible es el insomnio, otras el mismo sueño, como el que conducía por mundos maravillosos a la abuela de Isaak Dinesen. Cuando no son caminos el futuro de las preocupaciones, el presente de un obsesión o el pasado reconstruido. Pero hoy, hoy... hoy cogemos las maletas con ánimo distinto.



Un guiño (no te gusta mucho esa expresión ¿verdad?) para los que echan de menos algo de humor (he tenido que tomarlo prestado) en estas páginas.
Y una felicitación-recomendación (según quien leyere) en torno a esta revista por humor al arte.






"FERMÍN.—(Mirando el reloj y alarmándose.) ¡Ahí va! Dos minutos para el tren de San Sebastián. Hay que arreglarlo todo en un vuelo. (Pone junto a la cama unas maletas y manipula en el «cine».)
LEONCIO.—(Siguiéndole.) Oiga, usted, ¿pero eso de San Sebastián era fetén?
FERMÍN.—¿El qué?
LEONCIO.—El viaje del señor.
FERMÍN.—Hombre, claro. Rara es la noche que no se va a algún lado... No ve que tiene toda clase de cosas para distraerse y a ratos hasta tira al blanco desde ahí, que por eso exige a su criado no le importen los tiros; pero llega un momento en que la cama le aburre, y necesita viajar.
LEONCIO.—Pero ¿sin moverse de la cama?
FERMÍN.—Sí, claro. De la cama no se mueve más que lo justo para que yo se la arregle por las mañanas. Y para estirar las piernas por aquí un ratillo, porque, si no, a estas horas ya estaría paralítico. ¿No ve que lleva así veintiún años?
LEONCIO.—¡Hay que ver!
FERMÍN.—Pues para viajar acostado es para lo que tiene usted que aprender los horarios y los trayectos ferroviarios. Porque el señor, a veces, se duerme viajando, pero uno tiene que estar ojo avizor toda la noche para tocar la campana al salir el tren de cada ciudad, que hay que hacerlo a la hora exacta; cantar los nombres de las estaciones y vocear las especialidades de la localidad.
LEONCIO.—Oiga usted, ¿y paran ustedes en muchos sitios?
FERMÍN.—La noche que el señor va en el correo, sí; pero otras noches, que tiene prisa, coge el rápido, y entonces la cosa es llevadera.
LEONCIO.—Y con este aparato, ¿qué hay que hacer?
FERMÍN.—Esto es para proyectar vistas de los sitios principales por donde se pasa. (Se acercan ambos a la linterna.) ¿Ve? (Enseñándole una caja.) Aquí están las del itinerario de San Sebastián, numeradas y por orden de proyección... (Mirando el reloj.) ¡La hora! Vamos allá. Siéntese usted ahí y fíjese bien en todo para que aprenda pronto...
(Toca el resorte de la pared y la especie de persiana de madera se levanta, descubriendo la cama, donde Edgardo está leyendo un libro.)
EDGARDO.—¿Qué? ¿Ya es la hora?
FERMÍN.—Sí, señor. Van a dar la salida.
EDGARDO.—¿Tiene los billetes? ¿Has facturado los equipajes?
FERMÍN.—Sí, señor. Y aquí lo bultos de mano. Todo está en regla, señor.
EDGARDO.—¿No ha venido nadie a despedirnos?
FERMÍN.—No, señor.
EDGARDO.—Mejor. Las despedidas son siempre tristes.
LEONCIO.—(Que contempla la escena asombrado y sentado en un sillón. Aparte.) ¡Chavó, qué imaginación!
FERMÍN.—(Toca un pito, la campana, y luego una sirena.) Ya salimos, señor.
EDGARDO.—¡Andando! Llevamos muchísimo retraso, pero lo ganaremos mañana en Alsasua. Voy a echar una cabezadita hasta Villalba.
FERMÍN.—Hay parada en La Navata, señor.
EDGARDO.—Bueno, pero si voy dormido, no me despiertes. (Se reclina en la almohada y cierra los ojos.)
LEONCIO.—(Aparte.) Y viajando así no habrán descarrilado nunca, claro... (Fermín se le acerca, sentándose en otro sillón.)
(…)
FERMÍN.—Y viajar con el señor tiene sus ventajas, porque uno está autorizado a sentarse aquí toda la noche y a comer y a beber a discreción los productos de cada sitio por donde pasa. Yo, en el último viaje que hicimos por Galicia, me harté de langosta y de vino del Ribeiro".



Enrique Jardiel Poncela, Eloísa está debajo de un almendro

2 comentarios:

el zurdo dijo...

Una de mis primeras revelaciones como lector: los Briones desde mi propia casa de los Briones, la cama/wagon-lit de Edgardo desde mi propia cama viajera de convaleciente (viajando a través de libros, tebeos y álbumes de cromos: en aquel tiempo -año 63, 64- aún no teníamos televisión).

paisajescritos dijo...

Qué distintas las convalecencias de antes. De una parecida salió viajero San Ignacio de Loyola... Fernando, de alguna manera, Jardiel Poncela irremediablemente me lleva a tí: briones priones embriones eones... bueno parece que estemos en el blog de "especies".