vividos, viajados o sencillamente imaginados






jueves, 31 de diciembre de 2009

ahí queda eso


Camino del Museo de Bellas Artes hacemos una parada mañanera, lo suficientemente mañanera como para no pedir cerveza.
-Café, por favor.
–Ya verá. El café que hacemos aquí es de lo mejor. No es que yo lo diga. En Bilbao somos muy cafeteros.
No le falta razón.

Entra un hombre de paso que no quiere café. Se dirige al dueño:
- ¡Buon giorno, buon giorno! Hum... M***... hum... ¿Conoce M*** (el nombre de la cafetería, nombre de un pequeño lugar)? Bonita M***.
- Sí, muy bonita, pero esto es Bilbao.
El hombre de paso no recibe cuartelillo. Sale por donde ha entrado.

Continúa el dueño:
- Bilbao sí que está bonita. Hace unos años, mirabas allá abajo, a la ría, un pozo negro. Pero antes se vivía mejor. Esto es pequeño, aquí nos conocemos todos, los que somos de aquí, claro. Ahora hemos perdido el trato entre la gente.
-Eso pasa en otros sitios.
Seguimos hablando. A medida que aumentan las confidencias, desciende el volumen de su voz.

Es la ciudad que vio nacer a don Miguel de Unamuno, el que elevó a cuestión filosófica el término casticismo. Esta forma que tienen los bilbaínos de hablar de lo suyo –hay un matiz nada desdeñable que impide llamarlo jactancia- es muy parecida a la que se gasta ¿para qué ir más lejos? el vecino de Aranjuez.







“Qué ver. LUCES DE NAVIDAD.

La Navidad en Bilbao es algo más que los tradicionales días festivos marcados en el calendario. Y es que, en primer lugar, la sobriedad de la decoración navideña que adorna las calles ayuda a que a nadie le importe que esas luces azules, tan elegantes, permanezcan en el tiempo.



(…) Además, el hecho de que la capital vizcaína sea un “bocho” o agujero rodeado de montañas, sin posibilidad de expandirse (eso sí, en permanente transformación), convierte su oferta comercial en la más completa del norte de España. (…) Y en el periodo navideño o pre-navideño, donde el regalo manda, esa característica es un lujo al alcance de muy pocas ciudades.

Resumiendo, la Navidad bilbaína es como el propio Bilbao, sobria pero moderna, clásica y tradicional pero también rupturista, aspecto éste muy necesario para recordarnos que la ciudad pertenece por derecho al siglo XXI. Sólo hay que fijarse en el potente arco rojo que decora el puente de la salve (…) De día podría parecer un decorativo portal “kitsch” sin figurantes. Llegada la noche, rompe con su iluminación cualquier evocación clasicista”.


Bilbao. Guía noviembre-diciembre 2009 (Ed. Bilbao Turismo)

jueves, 24 de diciembre de 2009

dándole al pico

En esta “tertulia de aves para asar”, que dice Álvaro Cunquiero. Leyendo al ilustre de Mondoñedo, tal vez las ganas sean más de soñar que de comer.






“Estamos desplumando las aves que han de ser asadas para la fiesta navideña. Pintada, oca, pavo, pollo… O adobando el capón, maricuela afónica de las capoeiras de la Terrachá de Lugo.
(…)
Estas son las aves para asar en Navidad… No sé quién aseguró que los vikingos habían descubierto que los mejores asados se hacían a fuego de libros… Modernamente no se han ensayado esos fuegos, seducidas las gentes por las últimas novedades en electrodomésticos o en las cocinas de gas butano. Yo creo, de ser cierto lo del fuego de libros, que aparte lo que diese de sí la brasa del pergamino, añadiría algo al asado el latín litúrgico. La cocina es el máximo esfuerzo de la imaginación humana. Nadie lo dude.
(…)
Aunque Navidad sea día festero, de alegría sin sombras, y el alma inclinada a perdones y demandando caricias, la hora de la mesa hay que tomarla muy en serio. Conviene llegar al asado con apetito, consciente de que se está celebrando un rito. Castelo-Branco recomendaba ante el gran capón de Traz-os-Montes, plantado en el centro de su mesa miñota… se hiciese mentalmente la biografía del ave… Y más urgente será ahora la rememoración ésta, que ya hay mucha trampa en la cocina, las aves reciben alimentos de cosmonauta y nadie sabe lo que va a ser de estos casi sacros condumios navideños en el ya muy próximo año 2000…







Coman con pausa, remojen de cuando en cuando (…). Todo esto autoriza a un poco más de vino. (…) Y que toda la familia se siente a la mesa, tan irreprochablemente como en los tiempos antiguos, cuando eso que se llama la familia existía. Ambas cosas, asado y familia, forman parte de un orden, que yo me atrevería a llamar celestial”.

Álvaro Cunqueiro, La cocina cristiana de Occidente

viernes, 18 de diciembre de 2009

nieve nueva
























Que novedad, que desvelo
del arte, en cuya belleza
se atrevio naturaleza
a poner limite al cielo.
Que peregrinos jardines,
en quien lo menos parece,
que flor llamar se merece
los claveles y jazmines.
Que atenta hermosa espesura
y confusa amenidad,
adonde es la variedad
lo menos de la hermosura.








Que patria de Ruyseñores,
arboles que en toda fuente
el ya menos floreciente
es un Narciso de flores.
Que ni los bellos Pensiles,
donde Dizienbres airados,
y Eneros de nieve armados
no dexan de ser Abriles.
Que admiración natural,
que en dos rios se desata
una montaña de plata
y una selva de cristal".


Conde de Villamediana, La Gloria de Niquea














miércoles, 16 de diciembre de 2009

fuera de mapa (XI) Ramón del Valle-Inclán










La Mariblanca más blanca que nunca capea el temporal vuelta sobre sí, cruzada de brazos, en actitud más paciente que resignada, sin ni siquiera tomarse la molestia de cubrir sus piernas. El viento del sur despeja la cara. La nieve agazapada no logra ocultar lo escrito sobre la espalda. Aún no ha comenzado el invierno.








"Volvióse lentamente, como una niña enferma a quien ya no alegran los juegos:
-¿Qué mandaba usted, Señor Marqués?

En sus ojos de terciopelo parecía haber quedado toda la tristeza del paisaje. Yo le dije:
-Hermana Maximina, se abren las heridas de mi alma, y necesito alguno de tus bálsamos. ¿Cuál quieres darme?
-El que usted quiera.
-Quiero el de tus ojos".



Ramón del Valle-Inclán, Sonata de Invierno

sábado, 12 de diciembre de 2009

viajados pero contentos

"EDGARDO- ¿Le extraña a usted que yo lleve acostado, sin levantarme, veintiun años?
LEONCIO- No, señor. Eso le pasa a casi todo el mundo".



Viajes desde la cama (vale también mesa camilla). Proust y Onetti. Maistre. A veces el combustible es el insomnio, otras el mismo sueño, como el que conducía por mundos maravillosos a la abuela de Isaak Dinesen. Cuando no son caminos el futuro de las preocupaciones, el presente de un obsesión o el pasado reconstruido. Pero hoy, hoy... hoy cogemos las maletas con ánimo distinto.



Un guiño (no te gusta mucho esa expresión ¿verdad?) para los que echan de menos algo de humor (he tenido que tomarlo prestado) en estas páginas.
Y una felicitación-recomendación (según quien leyere) en torno a esta revista por humor al arte.






"FERMÍN.—(Mirando el reloj y alarmándose.) ¡Ahí va! Dos minutos para el tren de San Sebastián. Hay que arreglarlo todo en un vuelo. (Pone junto a la cama unas maletas y manipula en el «cine».)
LEONCIO.—(Siguiéndole.) Oiga, usted, ¿pero eso de San Sebastián era fetén?
FERMÍN.—¿El qué?
LEONCIO.—El viaje del señor.
FERMÍN.—Hombre, claro. Rara es la noche que no se va a algún lado... No ve que tiene toda clase de cosas para distraerse y a ratos hasta tira al blanco desde ahí, que por eso exige a su criado no le importen los tiros; pero llega un momento en que la cama le aburre, y necesita viajar.
LEONCIO.—Pero ¿sin moverse de la cama?
FERMÍN.—Sí, claro. De la cama no se mueve más que lo justo para que yo se la arregle por las mañanas. Y para estirar las piernas por aquí un ratillo, porque, si no, a estas horas ya estaría paralítico. ¿No ve que lleva así veintiún años?
LEONCIO.—¡Hay que ver!
FERMÍN.—Pues para viajar acostado es para lo que tiene usted que aprender los horarios y los trayectos ferroviarios. Porque el señor, a veces, se duerme viajando, pero uno tiene que estar ojo avizor toda la noche para tocar la campana al salir el tren de cada ciudad, que hay que hacerlo a la hora exacta; cantar los nombres de las estaciones y vocear las especialidades de la localidad.
LEONCIO.—Oiga usted, ¿y paran ustedes en muchos sitios?
FERMÍN.—La noche que el señor va en el correo, sí; pero otras noches, que tiene prisa, coge el rápido, y entonces la cosa es llevadera.
LEONCIO.—Y con este aparato, ¿qué hay que hacer?
FERMÍN.—Esto es para proyectar vistas de los sitios principales por donde se pasa. (Se acercan ambos a la linterna.) ¿Ve? (Enseñándole una caja.) Aquí están las del itinerario de San Sebastián, numeradas y por orden de proyección... (Mirando el reloj.) ¡La hora! Vamos allá. Siéntese usted ahí y fíjese bien en todo para que aprenda pronto...
(Toca el resorte de la pared y la especie de persiana de madera se levanta, descubriendo la cama, donde Edgardo está leyendo un libro.)
EDGARDO.—¿Qué? ¿Ya es la hora?
FERMÍN.—Sí, señor. Van a dar la salida.
EDGARDO.—¿Tiene los billetes? ¿Has facturado los equipajes?
FERMÍN.—Sí, señor. Y aquí lo bultos de mano. Todo está en regla, señor.
EDGARDO.—¿No ha venido nadie a despedirnos?
FERMÍN.—No, señor.
EDGARDO.—Mejor. Las despedidas son siempre tristes.
LEONCIO.—(Que contempla la escena asombrado y sentado en un sillón. Aparte.) ¡Chavó, qué imaginación!
FERMÍN.—(Toca un pito, la campana, y luego una sirena.) Ya salimos, señor.
EDGARDO.—¡Andando! Llevamos muchísimo retraso, pero lo ganaremos mañana en Alsasua. Voy a echar una cabezadita hasta Villalba.
FERMÍN.—Hay parada en La Navata, señor.
EDGARDO.—Bueno, pero si voy dormido, no me despiertes. (Se reclina en la almohada y cierra los ojos.)
LEONCIO.—(Aparte.) Y viajando así no habrán descarrilado nunca, claro... (Fermín se le acerca, sentándose en otro sillón.)
(…)
FERMÍN.—Y viajar con el señor tiene sus ventajas, porque uno está autorizado a sentarse aquí toda la noche y a comer y a beber a discreción los productos de cada sitio por donde pasa. Yo, en el último viaje que hicimos por Galicia, me harté de langosta y de vino del Ribeiro".



Enrique Jardiel Poncela, Eloísa está debajo de un almendro

lunes, 7 de diciembre de 2009

pompas verdes


Es el mismo lugar, el Cañón del Río Lobos. Ayer se asemejaba a un paisaje inventado de los de Friedrich. Hoy recuerda a Monet en sus colores, y más allá, a Ofelia según Millais, invisible ahora bajo el agua. Los nenúfares, pompas fúnebres de adolescentes, invitan a las criaturas a pasar al otro lado de la vida. Jóvenes que no se suicidan. Que se dejan arrastrar por la corriente, nada más.





"Y es desde hace ya miles de años que la triste Ofelia
pasa, fantasma blanco, sobre el largo río negro.
Y es desde hace ya miles de años que su dulce locura
murmura su romance en la brisa de la noche.
El viento besa sus senos y despliega en corola
sus grandes velos mecidos blandamente por las aguas;
los sauces temblorosos lloran sobre su espalda,
sobre su gran frente soñadora se inclinan las cañas.
Los neúfares heridos suspiran a su alrededor;
ella despierta a veces, en un aliso que duerme,
algún nido, del que se escapa un leve temblor de ala:
-un canto misterioso cae de los astros de oro".



Arthur Rimbaud, Ofelia

miércoles, 2 de diciembre de 2009

escalas





Hay dulzura entre las piedras inmortales. Agresividad y ternura en esa invitación a meterse en boca de, de este Cañón del Río Lobos. Aquí la iglesia (obra templaria, único vestigio del cenobio primitivo) tiene un nosequé de certificado de misterio, aunque carece del poderío sobre el paisaje del que hace gala la de Segovia. Ni el templo pétreo - ingenuo y bienintencionado- que levanta el hombre, ni mucho menos el hombre mismo, pueden competir con la naturaleza. La reducida escala del individuo obliga a cambiar el "ante" la naturaleza por el "dentro de". Es esta misma naturaleza la que en su prodigalidad dialoga con la caducidad humana: los dos olmos secos de perenne invierno.


"La idea de referirse a la historia del universo como a la del hombre, y de hallar únicamente relaciones y acontecimientos humanos, es una idea difundida en todas partes y que, en el transcurso de los años más diversos, resurge sin cesar, bajo la apariencia de nuevas imágenes; puede decirse que siempre ha ejercido, más que otra cualquiera, una influencia maravillosa y una fuerza de persuasión muy grande. El carácter accidental de la naturaleza parece también unirse de por sí a la idea de personalidad humana y, de ese modo pudo ser entendido más fácilmente. Por tal razón, fue la poesía el instrumento favorito del amigo de la naturaleza; y en los poemas es donde más claramente se ha manifestado el espíritu de la misma. (…) El que quiere conocer su alma, a fondo, debe buscarla en compañía del poeta, pues sólo así se manifiesta y su corazón maravilloso se prodiga. Pero aquél que no lo ama de todo corazón, y sólo la admira y la busca en sus detalles, ése, debe visitar cuidadosamente sus hospitales y sus osarios.


(…)¿Crees que interpretas lo que significa el humor de la Naturaleza? ¿Cómo es posible que, siendo joven aún, no sientas en tus venas el orden de la juventud? ¿No llenan el amor y el deseo, tu pecho? ¿Cómo puedes permanecer en la soledad? ¿Es acaso la Naturaleza solitaria? La alegría y el deseo huyen del que está solo; y, ¿para qué sirve la Naturaleza, sin deseo? Este último únicamente entre los hombres vuelve a encontrar su patria, el espíritu, el cual, bajo mil colores variados, penetra en los sentidos y rodea como una amante invisible".

Novalis, Los discípulos en Sais