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martes, 9 de junio de 2009

memoria histórica

Córdoba, 1126.
Nace Averroes. Dedica su vida a conciliar filosofía y religión. La obra de Aristoteles es el eje de sus estudios. Destierro o exilio, el caso es que se lo quitan de enmedio: sale camino Lucena. Recala en Marruecos, donde fallece en 1198.
Se ha perdido gran parte de su obra gracias a la censura (o a la tolerancia).






"Escribía con lenta seguridad, de derecha a izquierda; el ejercicio de formar silogismos y de eslabonar vastos párrafos no le impedía sentir, como un bienestar, la fresca y honda casa que lo rodeaba. En el fondo de la siesta se enronquecían amorosas palomas; de algún patio invisible se elevaba el rumor de una fuente; algo en la carne de Averroes, cuyos antepasados procedían de los desiertos árabes, agradecía la cosntancia del agua. Abajo estaban los jardines, la huerta; abajo, el atareado Guadalquivir y después la querida ciudad de Córdoba, no menos clara que Bagdad o que el Cairo, como un complejo y delicado instrumento, y alrededor (esto Averroes lo sentía también) se dilataba hacia el confín la tierra de España, en la que hay pocas cosas, pero donde cada una parece estar de un modo sustantivo y eterno. (...)
Los muecines llamaban a la oración de la primera luz cuando Averroes volvió a entrar en la biblioteca... Sintió sueño, sintió un poco de frío. Desceñido el turbante, se miró en un espejo de metal. No sé lo que vieron sus ojos, porque ningún historiador ha descrito las formas de su cara. Sé que desapareció bruscamente, como si lo fulminara un fuego sin luz, y que con él desaparecieron la casa y el invisible surtidor y los libros y los manuscritos y las palomas ... y los rosales y tal vez el Guadalquivir".

Jorge Luis Borges, El Aleph

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