vividos, viajados o sencillamente imaginados






martes, 23 de junio de 2009

guía romántica I



El Señor de Bembibre, entre sus variados y abundantes valores, tiene éste de guía, guía romántica no sólo por la época en que se escribió.
Comprender el pasado de una región, sus espacios y la impronta de los siglos en ellos, para convertirlos en escenario de historias noveladas de las de antes...
siempre es una buena manera de querer a la tierra.



Así sucede con la naturaleza transformada de Las Médulas. Descripción precisa sobre la que se sostienen las sensaciones que al autor le produce el paisaje.












"Esta montaña, horadada y minada por mil partes, ofrece un aspecto peregrino y fantástico por los profundos desgarrones y barranos de barro encarnado que se han ido formando con el sucesivo hundimiento de las galerías subterráneas y la acción de las aguas invernizas; y que la cruzan en direcciones inciertas y tortuosas. Está vestida de castaños bravos y matas de roble, y coronada aquí y allá de picachos rojizos y de un tono bastante crudo, que dicen muy bien con lo extravagante y caprichoso de sus figuras. Su extraordinaria elevación y los infinitos montones de cantos negruzcos y musgosos que se extienden a su pie, residuo de las inmensas excavaciones romanas, acaba de revestir aquel paisaje de un aire particular de grandeza y extrañeza, que causa en el ánimo una emoción misteriosa. De las galerías se conservan enteros muchos trozos, que asoman sus bocas negras en la mitad de aquellos inaccesibles derrumbaderos y dan la última pincelada a aquel cuadro en que la magnificencia de la naturaleza y el poder de los siglos campean sobre las ruinas de la codicia humana y sobre la vanidad de los recuerdos".

Enrique Gil y Carrasco, El señor de Bembibre

1 comentarios:

Anónimo dijo...

No está claro hasta dónde Roma pudo con esas montañas.#.