vividos, viajados o sencillamente imaginados






sábado, 31 de enero de 2009

coincidencia (o la verdad del cambio climático)

Al hilo de la entrada anterior, casualmente ayer se me apareció este párrafo a la vuelta de una página de Bearn. Suena tan parecido... supongo que son cosas del Mediterráneo (tan válido el natal de Villalonga como el que adoptó a Durrell). O si no, cosas del clima. Supongo.






"Yo venía de Londres, en donde llovía continuamente. A los pocos días, en Nápoles, experimenté la más extraordinaria de las aventuras. (...) Al fondo del establecimiento apareciá sentado un hombre del pueblo que contaría unos treinta años. Tenía el pelo negro y rizoso. Yo bajé los ojos, reclamando la dependienta: "Signorina...". "E un machio!", replicó el hombre. (...) La sonrisa desvergonzada y la palabra "machio" establecían una especie de complicidad entre aquel hombre joven (...) y yo, una miss descolorida y marchita. (...) Me sentía ebria, congestionada. No era el sol, había sido una frase... Unas palabras banales, desvergonzadas, que me mostraban un mundo nuevo. ¡Y yo contaba cuarenta y cinco años! Cuarenta y cinco años perdidos, perdidos para siempre. Resolví no volver a Inglaterra. Desde aquel día, señor..."

Lorenzo Villalonga, Bearn o La sala de las muñecas.

jueves, 29 de enero de 2009

cero en conducta

"-¡Oh, cuánto deseo irme a ciudades que han sido creadas por sus mujeres: París o Roma, levantadas para responder a caprichos femeninos! Nunca puedo ver la vieja forma de Nelson, cubierta de hollín en la plaza Trafalgar, sin pensar: ¡Pobre Emma! Tuvo que irse hasta Nápoles para hacer valer el derecho de ser bonita, ingeniosa y d'une splendeur en el lecho. ¿Qué estoy, Pursewarden, haciendo aquí, entre gente que vive en una locura de conducta adecuada? Yo tengo que ir adonde la gente haya llegado a entenderse con su propia obscenidad humana, a salvo bajo el manto de invisibilidad del poeta. No quiero aprender a respetar nada, aunque tampoco a despreciar nada... Sinuoso es el camino de los iniciados.
-Querido, estás achispado- exclamó Liza encantada.
-Achispado y triste. Triste y achispado. Pero alegre, alegre".

Lawrence Durrell, Mountolive


Así son los verdaderos poetas, "políticamente incorrectos". No sé que quieren que entendamos por loco ¿el que se sale de la fila? ¿el que saca los pies del tiesto? Más temeraria es la razón cuando se esfuerza en mantener a raya los sentimientos.

sábado, 24 de enero de 2009

rara avis

Extraña y cercana, tanto que invita al paseo, excita la curiosidad y alimenta los pensamientos. Unamuno ha elegido Braga (eterna rival de Compostela) para retratar certeramente al viajero sin guía y sin brújula, ese que juega a ser aventurero, boquiabierto frente a la momia de un obispo enano, o ante un loro más puñetero que exótico. Entre flanear (voy a hacer mía esta palabra recién descubierta) y filosofar parece que no haya diferencia: formas de ocupar placenteramente el tiempo.



"Visito unas iglesias más, todas iguales y todas insignificantes... y luego a callejear, a "flanear", como decimos con un galicismo que expresa algo muy castizo español.

¡Qué encanto esto de recorrer a la ventura calles por una ciudad que no se conoce! Perderse y volver al mismo sitio, descubrir que este callejón lleva a aquella plazuela que ya vimos, satisfacer así a poca costa el instinto del descubridor de nuevas tierras (Estamos en Portugal). Con frecuencia el loro: Brasil fue de Portugal y hoy Portugal es casi del Brasil.

... ¿Quién será aquel filósofo sentado allí al pie de aquel tilo? ¿Me pondré al habla con él? No, no sea que me estafe; quiero decir, no sea que me resulte no un filósofo, sino un simple holgazán. Pero ¿es que los filósofos son algo más que unos holgazanes? Los portugueses no son, según confesión propia, filósofos, es decir, metafísicos, lo cual no quiere decir, claro está que no sean holgazanes".


Miguel de Unamuno, Por tierras de Portugal y de España

martes, 20 de enero de 2009

pesadilla

No, no se trata de esa conocida de la que a veces hablo y que suele poner a prueba mis nervios con chamanes y productos homeopáticos. ¿O tal vez sí, y ha decidido bloquear mi blog y mi email con insistentes mensajes, además en idiomas? Lo cierto es que sabe que me encantan los bolsos y se ha tomado la molestia de aconsejarme las mejores marcasfashion de la tierra.

Prefiero pensar que es un admirador (chico, seguro) que se ha leído de una tacada mi blog, que le ha fascinado, que todos mis comentarios le parecen maravillosos, tanto que ha tenido la osadía de recomendarme a sus amigos. Ha festoneado los paisajes con casi cien comentarios (¡cien!, eso es fidelidad) bajo distintos pseudónimos (esto es disimulo- los mensajes de intelligence en concreto me han calado hondo) y casi simultáneamente (aquello es ya... pasión y diligencia). Porque debo reconocer que más o menos me he leído sus cien comentarios (no debía ser otra mi agradecida respuesta) casi uno a uno, en todas y cada una de las entradas claro, mientras los iba suprimiendo, también uno a uno (mi paciencia tenía que estar a la altura de su insistencia).

Por ello, y aunque no es lo mío fiscalizar los comentarios que siempre son bien recibidos en esta casa, entre otras cosas porque me encantan las sorpresas, he activado la moderación. A estas alturas de la película (y desde el principio, bien mirado) me puedo permitir el lujo de elegir a mis invitados. Los fijos (anónimo 1, anónimo 2, anónimo #, el zurdo, álvaro, rubén, claude, emyi...) y los ocasionales bienintencionados no tienen nada que temer. Simplemente pretendo que una máquina tocapelotas no interfiera en mis sueños.

P.S. Nunca he fotografiado una pesadilla, así que el escrito va a pelo.

sábado, 17 de enero de 2009

la ciudad crece



El sucesivo retrato de la ciudad a lo largo de más de un siglo. Hasta en su fisonomía menos evidente se recoge el detalle, sensible incluso al cambio de nombres del callejero enredado del Raval. No sólo es aquella ciudad del Caso Savolta o de Los prodigios. Son los años cuarenta en Una comedia ligera. O el atlas histórico (setenta ochenta noventa) en la trilogía de ese pícaro loco, tan bien hablado como los buscones del Siglo de Oro, y tan desventurado.
A su manera exagerada Julio Camba subrayaba la falta de sentido del humor de los catalanes. Con Mendoza dio en hueso duro.



"No recordaba haber estado nunca en aquel barrio que, por su configuración, debía haber sido otrora un pueblo aledaño a la ciudad. Quedaban en pie algunas casas bajitas y recoletas, pero las más habían sido sustituidas por bloques de viviendas o estaban en proceso de derribo. Por doquier se alzaban cartelones que aconsejaban:
INVIERTA EN EL FUTURO PISOS DE SUPER-LUJO A PRECIOS DE SUPER-RISA
A medida que iba coronando la cima del promontorio se desplegaban a mis pies otras partes del área metropolitana, que una neblina pardusca iba cubriendo. Resoplando llegué a un desmonte baldío en cuyo centro había una garita que tomé al pronto por un puesto de castañas asadas. Al acercarme a preguntar si estaba tan perdido como me temía, leí en la pared de la garita esta inscripción:
VISITE AHORA NUESTRO PISO MODELO"
Eduardo Mendoza, El laberinto de las aceitunas

domingo, 11 de enero de 2009

lo que queda del día (ese día)






La nieve en Aranjuez es lo excepcional, algo así como la lluvia de Sevilla. Y, como tanto por aquí, arte (ahora pienso en Compostela). Se bebe la rutina de las conversaciones. Refresca la memoria en un calendario exacto que todos marcan con tres fechas, contadas. La fotografía -tan digital y democrática ella- dispara más flashes que bolas de nieve. Risas de gargantas hechas y derechas, infantiles a nuestros oídos, rompen el silencio en las calles.
No terminas de creer desde que te has asomado a la ventana ese viernes de nieve que es un viernes de sorpresa: teléfonos alborotados en su dulce locura, corazones en deshielo que retan a tanto frío sobrevenido, abrazos que comparten chispas de calor acumulado, dedos que acarician con tacto sediento. Regalos de magos rezagados.
La silueta de la ciudad se ha recreado en el color del optimismo, o de la bondad, o de la franqueza. Imagen fugaz. Nada quedará de la nieve a simple vista. Por debajo, más abajo, lo que perdura, bienes que la nieve ha traído pillándonos con la puerta del almario abierta, lo guardamos en la despensa de los sentimientos. Es la reserva. Falta nos hace.

jueves, 8 de enero de 2009

antes o después...

... todo llega.


“El sol se estaba poniendo cuando entramos en el barrio judío: casas altas, calles estrechas, al menos las casas ya no están alineadas y nos sorprenden más, y el efecto es aún mejor cuando cruzamos el Aodur. Lo vi con las aguas azuladas, a las que el crepúsculo confería un tinte sombrío; sin embargo, las barcas y los árboles de las orilla se reflejaban en ellas, temblorosos.



El coche rodaba al paso por el puente de barcos, y una joven española, con el cántaro de gres bajo el brazo, como las estatuas antiguas, avanzaba hacia nosotros. Es uno de esos espectáculos enternecedores que nos hacen sonreir de placer y que aspiramos por todos los poros. Hasta ese momento, adoro Bayona, y me gustaría vivir aquí; a esta hora estoy sentado en mi baúl, escribiendo; tengo la ventana abierta y oigo cantar en el patio del hotel".

Gustave Flaubert, Viaje a los Pirineos y Córcega

Bayona era un capricho justificado, literalmente infantil y hasta hace unos días, insatisfecho. Treinta y cuatro años han tenido que pasar para darme el gustazo de una silenciosa tarde de domingo en esta ciudad de colores intensos, contrastados y atrevidos.

sábado, 3 de enero de 2009

dioses de bohemia



Malá Strana es el barrio extramuros en el camino al castillo, al otro lado del puente, el barrio pequeño a orillas del inmenso Moldava. Me recuerda a Aranjuez. Serán los canales, o las casas del siglo XVIII, o sus soportales, o las iglesias cupuladas. ¿O su gente? Porque las calles no sirven de nada si nadie las transita, humanos o dioses. Paseé por ellas en el otoño de aquel 2002, el año de las inundaciones. El agua desbordada no pudo llevarse por delante el alma de Malá Strana, tal vez el barrio más bohemio de la capital bohemia.



"La fonda de Stajnic era el Olimpo de la Malá Strana, donde se reunieron los dioses de aquel barrio. La Malá Strana -tanto en las casas como en la gente- tiene algo de silencioso, patriarcal y hasta soñoliento, y esta ambiente rodeaba también a todos aquellos señores... Para nosotros los bachilleres, el Olimpo de la fonda de Stajnic era tanto más el Olimpo porque allí estaban también todos nuestros viejos profesores. (...)



Todos los retengo en la memoria como si los viera hoy. Primero, el señor consejero del Tribunal de Apelación. Alto y seco y de una dignidad inmensa... Los jueves no teníamos colegio por la tarde y jugábamos en las fortificaciones antiguas, mientras él se paseaba por aquellos parques. (...)



Despues estaba el tuerto, señor conde. En el barrio de Malá Strana nunca faltaban condes, pero aquel conde tuerto era probablemente el único que frecuentaba las fondas del barrio... El señor conde tenía para mí -la verdad sea dicha- un gran parecido con aquel halcón que, con puntualidad verdaderamente cruel, acostumbraba a posarse diariamente, cerca de las doce de la mañana, en la aguja de la torre de la iglesia de San Nicolás....



También era asiduo a la fonda el gordo médico mayor, todavía de buen ver, pero ya retirado. Se cuenta que una vez, cuando una personalidad muy alta inspeccionaba los hospitales de Praga y criticaba algunas cosas, dicho señor le constestó que no entendía de nada, lo que le valió el retiro y, al mismo tiempo, nuestra veneración. (...)



Recuerdo con suma satisfaccción los momentos que pasé entre ellos y la sensación de independencia, hasta de grandeza, que experimenté cuando, después de haberme matriculado en la Universidad, entré por primera vez, sin miedo a los profesores, a la fonda de Stajnic, entre aquellos seres sublimes. No me hicieron mucho caso, dicha sea la verdad. Mejor dicho, no me hicieron ningún caso. (...)



Yo por el contrario, me fijaba bastante en ellos, no por lo mucho que les oía, sino por lo mucho que me llamaba la atención. Me considero una copia muy pobre de tales seres, pero lo que tengo de sublime y de grande en mi persona se lo debo a ellos".



Jan Neruda, Cuentos de la Malá Strana