vividos, viajados o sencillamente imaginados






jueves, 27 de noviembre de 2008

mitología manchega

Fueron entonces los días en que llegó a este rincón, desde la florentina Piazza della Signoria, un rapto de sabina por abrazo de varón. Hoy aquel abrazo es rapto en plaza española, en casino de horas presurosas, entre reojos al reloj, relevo de vasos y conversaciones que siempre son promesa.
Y dicen que por menos de lo que entonces contó -y cómo- García Pavón, fue prohibido Henry Miller en los tiempos de la censura.

"Manuel González, alias Plinio, jefe de la GMT, y su amigo y cooperito Don Lotario, el que las bestias curaba (y lo digo en pretérito, porque desde la rebelión de los tractores su profesión de veterinario quedó hueca), luego de haber tomado café, copa, faria y consumido todos los turnos imaginables de conversación con amigos y allegados, salieron del Casino de San Fernando para estirar un poco las piernas (...).

Sabido es que en los pueblos, e incluso en las capitales importantes, si no hay faena, los pantalones se arrugan que es un dolor. Cuando en los casinos se está mucho tiempo, todas las energías del cuerpo se van en bostezar, hacer aguas, echar pitos y castigar las entrepiernas de los zaragüelles. En los casinos de los pueblos se ven muchos bordes de braguetas amarillentos por el pis, otras tantas bocas abiertas expeliendo esos suspiros de goma con olor a especias que son los bostezos. Hay bostezantes muy machos que se quedan con la boca abierta mucho rato y la lengua abatida entre las ringlas de muelas pajizas, como si quisieran tragarse la tarde de una puñetera vez".
Francisco García Pavón, El rapto de las sabinas

4 comentarios:

Alvaro de la Rica dijo...

Pues no sabes lo que echo de menos esa paudadecasino, con toda la humanidad que García Pavón conoce y tan bien describe. Están dos sentados en un banco toda la tarde. Cada uno en una punta. En silencio. Frente a los chopos. Al llegar, cuatro horas antes, se han saludado con un gesto en el sombrero. Ahora, cinco minutos antes de las nueve, uno dice: "A cenar". El otro sonríe. Se marchan con calma" (De Una Tarde Perfecta)

Alvaro de la Rica dijo...

pausadecasino, quería decir

Anónimo dijo...

Tal vez ahí resida la felicidad, Álvaro, en los pequeños trabajos que nos traen y llevan, a un banco, por una copa, un paseo.

Anónimo dijo...

Las tardes de casino, podrían llamarse de cansino, son quietas, aburridas, llenas de gente que se guarda las palabras en los bolsillos o usan siempre la misma conversación. Una especie de antecesor del Hogar de día del pensionista.