vividos, viajados o sencillamente imaginados






domingo, 5 de octubre de 2008

naturaleza de mínimos

Cierto que me han sorprendido la reflexión y la descripción de Fernán Caballero. Como huída del tópico del paisaje pintoresco, bien, al fin y al cabo ella es uno de los referentes de la literatura realista. Otra cuestión es que por distinto camino alcance la contemplación del paisaje en término semejante a como lo hizo el Romanticismo. Y a buen seguro que el camino de la escritora es más corto.

Ornamentos los imprescindibles, dramatismo el justo. Esta naturaleza de mínimos, que tampoco pide mucho, pone en guardia los sentidos y despabila el corazón.

"Se alegraba su ánimo al contemplar aquel espléndido cielo, pues como dice Lamartine, allí donde el cielo sonríe, impulsa al hombre a sonreír también. Admiraba horas enteras la reventazón de las olas del mar, que en tan airoso y grave movimiento se henchían para extenderse en espumoso torbellino sobre la dorada arena. Complacíase en observar las formas caprichosas de las rocas, esas masas anfibias, alternativamente cubiertas por las olas y alumbradas por el sol, insensibles a las caricias de éste y a la amargura de aquéllas, pues nada temen y nada esperan.

Todo aquello le infundía mil sensaciones y pensamientos, pues como dice Balzac: le paisage a des idées; el paisaje tiene ideas.



Es cierto que el paisaje que la rodeaba, compuesto por el mar y un coto de tierra llana, sin accidentes de terreno, sin árboles, sin agua, ni más señales de habitación humana que la cuadrada y pesada mole del caserío que habitaban, no pertenecía al orden del paisaje que se denomina ameno o romántico; y no obstante, ¿cuál es el encanto que existe en una naturaleza inculta y uniforme? ¿Por qué infunde ésta ideas alegres y elevadas, mucho más que lo hacen los frondosos paisajes, con sus bosques, sus quebradas, sus arroyos, sus variadas vistas, en las que todo se mueve, se engalana, se agrupa vistosamente? Puede que el amor al país y la costumbre participen al primero su encanto; puede que sea un sentir peculiar a la persona que esto escribe; pero ello es que una dehesa uniforme con su sello de primitiva y libre vegetación, un cielo puro y alto, un mar azul que compite en brillo y grandeza con el cielo, un caserío austero y grandioso, cuidando de su fuerza sin atender a su adorno, le parecen llenos de una majestad serena que ensancha el alma e impregna el ánimo del tranquilo goce de la soledad y de la gran sensación de lo infinito. Parece allí la tierra más humilde y el sol más sonriente, si es lícito expresarnos así. Es allí el aire más puro y más balsámico, profusamente impregnado como se halla del enérgico perfume de las silvestres plantas. Pocas cosas distraen la contemplación en aquella grave naturaleza, que parece ella misma meditar abstraída".

Fernán Caballero, Clemencia

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Una foto con tres partes y, como engarces, la pareja de humanos y el sol... ¿dónde es?

rubén dijo...

Lamartine debería saber que somos nosotros los que ponemos sonrisas en el cielo. El paisaje es una construcción mental.

Eso, ¿dónde es?

Anónimo dijo...

Playa de La Barrosa-Sancti Petri, el final hacia el Sur, en la llamada Torre del Puerco, una de las atalayas de la línea de defensa, muy cerca del castillo de Sancti Petri. Zona mágica. Desde fines de agosto, en contra de lo que imaginaba, poco ocupada. Muy por encima de mis expectativas, debo confesar.