vividos, viajados o sencillamente imaginados






domingo, 8 de junio de 2008

la espada


Las historias envueltas en la oscuridad del tiempo no tienen espacio definido. Es propio de mitos el que puedan arbitrariamente cambiar de sitio. Irlanda también quiere ser dueña de los escenarios donde el rey Arturo y sus amiguetes hicieron de las suyas. Una aspiración que comparte el mundo celta. Sin ir más lejos, ahí tenemos la Galicia del Merlín de Cunqueiro. Gales parece que ofrece las pruebas más veraces pero el cine ha venido a echar una mano a Irlanda. Wicklow y el Lago Tay arroparon algunas secuencias de Excalibur, en concreto la inicial y la final: es el lago de donde surge la espada y el mismo al que Percival la devuelve.

También hay donde elegir entre los narradores de la historia. Al margen de la de Thomas Malory, por aquello de la edición con ilustraciones de Beardsley, me quedo con la de Steinbeck. Un texto asequible y bien trabajado, que nos acerca a la historia sin perder la distancia de los primitivos relatos. Respetuoso con los originales, sin alterar trama ni contenido ni símbolos, con sus diálogos de sabia filosofía de andar por esos campos, entre ideales y pasiones, con esos viajes tan irreales y fantásticos que hoy se expresan en aventuras como las del caballero andante que es Indiana Jones, sin olvidar un solo tópico de bosques, encantamientos, pabellones y castillos, paisajes que hemos acabado creyendo que sólo existen en el cine.


"Luego divisaron a una dama que caminaba ligeramente sobre la superficie del lago...
-Señora, dime por favor qué es esa espada que veo en el lago. Me gustaría tenerla, pues no tengo espada.
-La espada es mía, señor, pero si me concedes una gracia cuando yo lo pida, te cedo la espada.
-Por mi honor, tendrás lo que desees -dijo el rey.
-Entonces es tuya -dijo la dama-. Sube al batel que ves allí y rema hasta el brazo, y toma la espada y la vaina. Pediré mi gracia cuando llegue el momento".


John Steinbeck, Los hechos del rey Arturo

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