vividos, viajados o sencillamente imaginados






martes, 5 de febrero de 2008

divino control

Hombre y ciudad: menos cielo de Madrid, que de Madrid al cielo no siempre lo es tanto…
Tiempo de silencio -y en concreto cualquiera de sus abundantes descripciones de la ciudad- es inevitable para visualizar Madrid e iniciarse en el paisaje de un laberinto cercano. Lugar habrá para mostrar caras más benévolas.



“De este modo podremos llegar a comprender que un hombre es la imagen de una ciudad y una ciudad las vísceras puestas al revés de un hombre, que un hombre encuentra en su ciudad no sólo su determinación como persona y su razón de ser, sino también los impedimentos múltiples y los obstáculos invencibles que le impiden llegar a ser, que un hombre y una ciudad tienen relaciones que no se explican por las personas a las que el hombre ama, ni por las personas a las que el hombre hace sufrir, ni por las personas a las que el hombre explota ajetreadas a su alrededor (…) Podremos comprender también que la ciudad piensa con su cerebro de mil cabezas, (…) que el hombre nunca está perdido porque para eso está la ciudad…que el hombre puede sufrir o morir pero no perderse en esta ciudad, cada uno de sus rincones es un recogeperdidos perfeccionado, donde el hombre no puede perderse aunque lo quiera porque mil, diez mil, cien mil pares de ojos lo clasifican y disponen, lo reconocen y abrazan, lo identifican y salvan, le permiten encontrarse cuando más perdido se creía en su lugar natural, (…) que el hombre –aquí- ya no es de pueblo, que ya no pareces de pueblo, hombre, que cualquiera diría que eres de pueblo y que más valía que nunca hubieras venido del pueblo porque eres como de pueblo, hombre.



J. L. Martín Santos, Tiempo de silencio

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Una ciudad es un suelo sin suelo que pisar. Es un manojo de túneles que esconden las miradas de quienes tienen prisa por seguir en la ciudad. Es la sección local de un diario que nos cuenta cuanto cuento encuentra. La ciudad respira sola, duerme sola, come sola... no nos hecha de menos si nos vamos. Siempre tiene a quien mirar.

rubén dijo...

Gran texto. Me has animado a revisitar el libro, leerlo por obligación en el instituto no le hace justicia.

Anónimo dijo...

Anónimo, tan preciso y tan precioso.
No la ciudad, pero alguien habrá que nos evoque, aunque sea para mal. Incluso para bien. Aunque, por si acaso, de momento no nos vamos.

Rubén, es un libro para releer y como sucede con otros, la edad a la que se lee cambia la percepción. Yo lo disfruté (no me pasó con otros) en el instituto, una lectura que además implicó un trabajo pormenorizado, sobre una buena guía de lectura elaborada por uno de los profesores que mejor recuerdo. Otra cuestión, volví a Tiempo de Silencio por una asociación con otro libro, leído en fechas más cercanas. La tercera y última parte del maravilloso Viaje al fin de la noche, de Celine (antes o después aparecerá por estos paisajes escritos), posee bastantes puntos en común con la posterior obra de MS: la percepción del entorno, los periplos por la ciudad, el médico, los barrios más sórdidos, incluso el fin de fiesta. Dicen que Celine hubiese sido un muy buen escritor /descriptor de Madrid.