vividos, viajados o sencillamente imaginados






martes, 26 de febrero de 2008

fuera de mapa (I) Marcel Proust

Bien puede pertenecer a este hilo la carta de Henry Miller que tomé como presentación. Son textos que van más allá de la experiencia de un paisaje concreto. Reflexiones que reafirman el propio concepto de paisaje: la percepción que tenemos del territorio. Concepto que se matiza, que se amplía, que se hace universal y abstracto. Luego, el hombre, en sus espacios elegidos, al volcarlo, lo hace realidad.

Dicho ésto, me lanzo con Proust.

“porque se me figuraba que no la poseería realmente sino después de haber atravesado aquellos lugares que la rodeaban de recuerdos, velo que mi deseo ansiaba arrancar, velos de esos que la Naturaleza interpone entre la mujer y algunos seres, con objeto de que, engañados por la ilusión de poseerla así de modo más completo, tengan necesidad de apoderarse primero de los paisajes que rodean a la mujer, paisajes que serán más útiles a su imaginación que el placer sensual, pero que sin él no habrían tenido fuerza bastante para atraer al hombre”
Marcel Proust, En busca del tiempo perdido

jueves, 21 de febrero de 2008

un programa y una conversación

me han llevado a encontrar letra escrita para aquel viaje, casi seis años después.
Me cantan aquello de Arremójate la tripa que ya viene la calor. Y por ese camino llego a este poema:

Silenciosa la anciana reza
en tu cementerio . Corre la niña.
El cielo está pendiente de la roca.
Aire sobre la muralla,
detenido,
como un lamento,
como una larga frase derrumbada.
Guadalaviar torcido, ausente,
lames, ceremonioso, la roca
que desciende.
Albarracín,quilla de piedra,
rojo penacho de cuestas y de arcadas,
sobre ti duerme el tiempo,
sólo pervive el agua.
José Antonio Labordeta, Todos los Santos en Albarracín

jueves, 14 de febrero de 2008

...y un halago más

Humo en el agua.

Antonio, gracias

We all came out to Montreux
On the lake Geneva shoreline
To make records with a mobile
We didn´t have much time
Frank Zappa and the Mothers
Were at the best place around
But some stupid with a flare gun
Burned the place to the ground
Smoke on the water, fire in the sky
They burned down the gambling house
It died with an awful sound
Funky claude was running in and out
Pulling kids out the ground
When it all was over
We had to find another place
But swiss time was running out
It seemed that we would lose the race
Smoke on the water, fire in the sky
We ended up at the grand hotel
It was empty cold and bare
But with the rolling truck stones thing just outside
Making our music there
With a few red lights and a few old beds
We make a place to sweat
No matter what we get out of this
I know well never forget
Deep Purple, Smoke in the water

halagos

al lago fronterizo
Leman o Ginebra, según quien te hable. Despertar de Frankenstein. Vino de Lavaux. Jazz en la orilla. Aparente sosiego para Lord Byron.


"¡Sereno Leman! El contraste entre tu lago apacible y el mundo borrascoso en cuyo ambiente he vivido, me aconseja deje el oleaje de la tierra deslizándome sobre aguas más puras. La vela de la navecilla sobre la que me abandono sobre tu pulida superficie, parece un ala silenciosa que me aleja de la ruidosa vida; en otro tiempo amé los rugidos del Océano furioso, ahora tu dulce murmullo me enternece, como la voz de una hermana que me reprochase haberme entregado excesivamente a sombríos placeres.


Todo proclama en estos parajes su poder. Desde los oscuros pinos, las rocas que le prestan sus umbrías, y la voz que muge en los torrentes que encanta sus fantasías, hasta la vid que adorna con sus pámpanos verdes la suave pendiente que conduce a la orilla".


Lord Byron, Las peregrinaciones de Childe Harold

domingo, 10 de febrero de 2008

boca con boca

El romancero nos lleva por espacios abiertos. El romancero es transparente, directo; real y sin tapujos. Hace cotidianas las pasiones. Ahí están en la Edad Media peninsular hombres y mujeres de aquí para allá, siempre partiendo, como los verdaderos viajeros de Baudelaire.

Apetece perderse por esos campos de Carmona o …por los cerros de Úbeda (bueno, éstos ya tienen sus juglares). El viaje da para mucho. A menudo, a camino entre dos lugares, en tránsito, avanza una historia que permanece velada.

Por los caños de Carmona,
por do va el agua a Sevilla,
por ahí iba Valdovinos
y con él su linda amiga
Los pies lleva por el agua
y la mano en la loriga,
con el temor de los moros
no le tuviesen espía.
Júntanse boca con boca,
nadie no los impedía.
Valdovinos con angustia
un suspiro dado había:
-¿Por qué suspirais, señor,
corazón y vida mía?
O tenéis miedo a los moros
o en Francia tenéis amiga.
-No tengo miedo a los moros
ni en Francia tengo amiga:
mas vos mora, y yo cristiano
hacemos muy mala vida:
comemos la carne en viernes,
lo que mi ley defendía.
Siete años había, siete,
que yo misa no la oía.
Si el emperador lo sabe
la vida me costaría.
-Por tus amores, Valdovinos,
cristiana me tornaría.
-Yo, señora, por los vuestros
moro de la morería."

Romance de Valdovinos

martes, 5 de febrero de 2008

divino control

Hombre y ciudad: menos cielo de Madrid, que de Madrid al cielo no siempre lo es tanto…
Tiempo de silencio -y en concreto cualquiera de sus abundantes descripciones de la ciudad- es inevitable para visualizar Madrid e iniciarse en el paisaje de un laberinto cercano. Lugar habrá para mostrar caras más benévolas.



“De este modo podremos llegar a comprender que un hombre es la imagen de una ciudad y una ciudad las vísceras puestas al revés de un hombre, que un hombre encuentra en su ciudad no sólo su determinación como persona y su razón de ser, sino también los impedimentos múltiples y los obstáculos invencibles que le impiden llegar a ser, que un hombre y una ciudad tienen relaciones que no se explican por las personas a las que el hombre ama, ni por las personas a las que el hombre hace sufrir, ni por las personas a las que el hombre explota ajetreadas a su alrededor (…) Podremos comprender también que la ciudad piensa con su cerebro de mil cabezas, (…) que el hombre nunca está perdido porque para eso está la ciudad…que el hombre puede sufrir o morir pero no perderse en esta ciudad, cada uno de sus rincones es un recogeperdidos perfeccionado, donde el hombre no puede perderse aunque lo quiera porque mil, diez mil, cien mil pares de ojos lo clasifican y disponen, lo reconocen y abrazan, lo identifican y salvan, le permiten encontrarse cuando más perdido se creía en su lugar natural, (…) que el hombre –aquí- ya no es de pueblo, que ya no pareces de pueblo, hombre, que cualquiera diría que eres de pueblo y que más valía que nunca hubieras venido del pueblo porque eres como de pueblo, hombre.



J. L. Martín Santos, Tiempo de silencio